Había una vez en un país muy pero muy lejano un reino muy pero muy grande. En ese reino grande y lejano vivía un rey y su esposa (y una amplia población de nobles, burgueses revolucionarios y plebeyos). El rey se llamaba Roberto XVI y su esposa no importa en este cuento. Ambos dos tuvieron una hija a la que llamaron Princesa.
Princesa crecía sana, bonita y bien dotada. Todos los que la conocían caían en su maravillante encanto. Todos, hasta el ogro. Este ogro no era ni bonito (ningún ogro es bonito) ni simpático ni nada. Era un ogro osco y feo, tan feo como te puedas imaginar. Pero ese ogro feo estaba enamorado de Princesa aunque princesa ni lo registraba.
El ogro tenía una hermana arpía y una madre víbora gigante-mutante. Las dos hacían magia negra (yo también, eso no quiere decir que seamos malas personas). El ogro estaba tristón y decaído porque Princesa lo miraba con la misma mirada romántica con la que miraría un vómito de perro moribundo en sus zapatillas de cristal (estaban de moda en el siglo XV). En vistas de que la vista de Princesa nunca repararía en la nada hermosa personalidad ni en la deforme cara del ogro, ese ser repugnante debía hacer algo… o su hermana y su mamá, porque a él no le daba la inteligencia para respirar y caminar al mismo tiempo.
Las parientas del ogro tomaron una gran olla y se fueron a lo alto de una montaña tormentosa llena de cuervos y murciélagos (no, nunca se hacen cosas malas en el medio de un shopping) y comenzaron a echar cosas en la olla y a decir malas palabras mientras revolvían el viscoso contenido.
Al cabo de unas horas bajaron las dos cosas símiles mujeres con un frasquito chiquitito como un grano de almidón con un líquido rosa brillante.
-Toma hermano ogro, dadle esto a la princesa y ella se enamorará de ti.
Las dos viejas feas rieron como lo hacen las brujas en las películas cachadas y desaparecieron entre las tinieblas de la noche oscura y tenebrosa.
El ogro idiota y feo no sabía como dárselo a beber así que optó por lo que hacen todos los ogros civilizados del universo: raptó a la princesa.
Mientras todos dormían y los guardias estaban en una orgía desenfrenada en las mazmorras, el ogro subió las escaleras de caracol hasta la torre más alta del castillo en la que dormía la princesa. El ogro golpeó la puerta que cayó al suelo con un gran estrépito que despertó a la princesa en su cama de dosel dorado. El ogro la tomó de la cintura y la subió a su hombro. Princesa estaba desmayada. Por supuesto que no se desmayó porque se haya impresionado o haya temido al rapto. Se desmayó por el hedor a muerto-vivo que el ogro emanaba de sus axilas. El ogro no se bañaba desde que tenía 13 años y se cayó por accidente al río.
-Muy bien princesita, ¡serás mía!
En realidad dijo: “Muby buby primibuby suby muby”. Los ogros no hablan muy bien.
Una vez la princesa desmayada el ogro la metió en un saco de papas y se marchó con ella hacia su cueva pantanosa. Una vez dentro la arrojó a un rincón y comenzó a desnudarse para poseer a la virginal e inocente princesita. El ogro dejó al descubierto una gran barriga y una espalda llena de forúnculos. Chorreando saliva marchó en busca de un saco de papas y de él sacó siete enanitos vestidos de cuero negro. Cada uno de los enanitos llevaba un látigo y unas cuerdas… los enanitos y el ogro disfrutaron de una fiesta llena de lujuria y sadismo.
La princesa seguía inconciente en el saco de papas.
El ogro, luego de despedir a sus siete amigotes, tomó el saco de papas en el que estaba la princesa y volcó su contenido en la hosca cama redonda. La princesa soltó un débil gemido al ver la gran estatura del ogro, sus grandes brazos, su gran barriga, su gran espalda llena de furúnculos y su gran… bah, no había más nada que fuera grande en ese ogro. Pero igualmente la bestia se abalanzó contra la pequeña princesita y le arrancó el camisón con sus raídos dientes. Con su atroz lengua lamió todo el cuerpecito de la delicada princesa. Y comenzó el acto sexual… o eso pensó Princesa al ver la cara extasiada del ogro. Ella no sintió nada.
La princesa miró desesperada en cuanta dirección podía y por fin lo halló: un montón de revistas de rumores y semejantes del Reino Maravilloso. Se enteró de la vida y milagros de todo ser famoso mientras que el ogro… el ogro siguió insistiendo.
El ogro ya iba por la quinta vez y la princesa se comenzó a dormir. Cuando despertó el ogro estaba acostado a su lado fumando un habano y le dijo:
- ¿Hasba traba tubaba?
La princesa sabía muchos idiomas y supo descifrar esas torpes palabras. El ogro le había preguntado si le gustó esa experiencia sexual. Obviamente la princesa no sabía que decir, se sentía extrañamente atraída por ese ogro feo y malformado. Ah, ¿piensan que el sexo loco y desenfrenado atrae a las princesitas delicadas del siglo XV? No, están muy equivocados. Lo que hizo que la princesita tuviera esa loca reacción fue la pócima que el ogro puso en la boca de la princesa mientras ella dormía.
Mientras tanto en el Reino Maravilloso el príncipe Luís Felipe Miguel Ángel Romero Ramírez llegó al castillo del rey Roberto XVI.
-Señor, ¿qué a pasado con vuestra hija?
-Mientras mis guardias oraban sus Ave María de todas las noches el ogro asqueroso del pantano se la llevó a su cueva.
Un “oh” unánime azotó el castillo. Y el príncipe dijo muy valerosamente:
-Yo iré a rescatarla.
El rey no opuso resistencia y le prestó una motocicleta para que llegara más rápido que a caballo, pero antes un hada madrina (todas las princesas tienen una) le dio al príncipe una botellita y le dijo con voz de vieja arruinada:
-Toma, es una poción de Aletrèmocarapse. Con ella humedecerás tus labios y besarás a la princesa.
El príncipe agradeció al haba y se marchó rumbo a la cueva del ogro.
En unos segundos se encontró en la puerta de la casa del ogro pero se dio cuenta que estaba flaqueada por dos horrendas criaturas: la hermana arpía y la mamá víbora gigante. El príncipe sacó su arco y comenzó a disparar sus saetas mortíferas. Todas y cada una de las flechas dieron en el pecho del monje Juan, quien cayó muerto a cincuenta metros de donde estaban las parientas del ogro. La arquería no era un fuerte del príncipe. Él tenía un don y lo iba a utilizar.
Luego de que la hermana arpía y la mamá víbora quedaron exhaustas a raíz de la orgía que compartieron con el príncipe, él escapó a rescatar a la princesa.
Llegó a la cueva del ogro y vio por una ventana (si, era una cueva con ventanas) que el ogro dormía junto a la princesita. El príncipe entró y mojó sus labios con la pócima y besó con un beso cálido y húmedo a la princesa. La hermosa joven salió por completo de su trance. Ambas altezas tomaron un machete y un hacha y cortaron en fetas al repugnante ogro impotente y feo con las que hicieron milanesas. Luego fueron a la carnicería del pueblo y vendieron esas milanesas como milanesas de pollo (si, los ogros saben a pollo) y con ese dinero pudieron pagarles un gigoló vitalicio a la hermana arpía y la mamá víbora, las cuales vivieron muy felices para el resto de sus vidas. Los enanitos pusieron una tienda de sadomasoquismo en el centro. El rey Roberto XVI y su mujer no tuvieron más hijos y se fueron a vivir al caribe hasta que los burgueses se revelaron y los decapitaron en la guillotina e impusieron una monarquía parlamentaria. El hada resultó ser un transexual que ahora vive con su pareja en un bosque metropolitano. Princesa y Luís Felipe Miguel Ángel Romero Ramírez vivieron muy felices en el reino explotador del príncipe, donde se ignoran los derechos laborales y la realeza castiga a la plebe con látigo por las mañanas y defeca en los platos de la baja burguesía a las horas de la comida.
Moraleja:
Si sois un ogro impotente no raptéis princesas.
-FIN-
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