Termina la obra en este gran teatro,
se cierran los telones, se apagan las luces,
cae la noche, todo es oscuridad.
Aparecen las sombras y se descubre la verdad.

En la profundidad nocturna el público no es lo que es,
actúan como quieren pero no como son.
Se disfrazan de héroes,
de grandes seductores y de putas.
Actúan según el guión de sus deseos
y aprovechan el ambiente propicio
que oculta los miedos, los complejos.
Es esa oscuridad que da valor,
que llena de belleza al más feo
y oculta los colores de la piel.

La verdad no sale con la luz,
en las sombras se dibuja la verdad.

Una orgía de sentimientos,
todos gozan por igual,
hasta aquel que ha llegado solo,
al más acompañado fue a opacar.
Se rozan las pieles ya no los abrigos.

Exquisita pasión en el denso aire
empaña los focos y colorea los labios.
Se sueltan las cuerdas de las ganas
y nadie dice que no.
En aquella ausencia de luz
nadie tiene miedo, nadie duda,
todos se comparten y se dan.
No hay mentiras, todos se conocen
(o lo están haciendo).

Invade el primer rayo
y la sala se ilumina.
Todos se visten de nuevo,
se desconocen, nadie comenta.

El pudor vuelve abajo de la culpa
y encima de los miedos.

Disimuladamente
buscan la salida más cercana
y aquí... no pasó nada.