Ana, sabía que tenía que sacar todo para afuera, pero la resistencia al porqué sabía, hacía que guardara mucho, mucho dentro de su pequeña gran entereza, hasta que un día explotó...
Explotó pero fue en vano, seguía dudosa, caprichosa, intrigada, dolorida, esperanzada y con memoria...
La “resistencia” hizo que guardara recuerdos, guardara placer, guardara odio y lejos del riesgo...
Tenía miedo a un nuevo nacimiento miedo, a retroceder para atrás...
Quería...
Quería estar tranquila –seguridad nunca hay-, pero...
Quería...
Quería una respuesta...
Imaginar ese rostro, que se mostraba con ella como no lo conocía...
Dudoso cuando caminaban...
Caprichoso cuando no discutían...
Intrigado por curiosidad...
Proyectando, ¿proyectando?...
El dolor, la esperanza y la memoria la confundían...
Quería, pero tenía el esternón pegado al estómago...
El único líquido que ingería eran sus lágrimas...
Ana debe hacer un lugar para explotar de nuevo, morir de verdad, matar de verdad, y abrir su sufrido e inmenso interior –sin miedo- a un nuevo nacimiento...
Hasta ahora...
Ana, creía que sabía...
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