-¿Me creerías si te digo que no sé de donde nació esta maldita adicción?- le espetó, bastante molesto, al verse acorralado cuando de su mochila cayó un nuevo paquete de cigarros con don Miguel asomándose en la pequeña imagen.
-No, bien sabes que alguna vez tuviste que empezar... dudo que te faltara conciencia en ese momento como para olvidar lo que es un cigarro- le contesté, estaba bastante molesta, no solo por el simple hecho de haberle pillado desprevenido en la calle, sino que, al verme tan ausente, intentó persuadirme de que el aroma del tabaco en él era algo natural tras ir a un café.
-Sí, bueno, pero tu tienes tus vicios pos Cony.- recurrió al típico juego de "tu también erras", el último recurso que le quedaba, después de todo, él lo prometió y yo simplemente asentí cuando intentamos dejar las malas costumbres.
-Que me coma las uñas no pudrirá mis pulmones ni me dejará esteril, además, solo me hará daño si se me clava en la laringe o faringe... sabes que lo estoy dejando. - a continuación le mostré mis uñas, en efecto, se asomaban poco a poco las líneas blanca de mis dedos de empanada.
- Bueno, yo fallé.- Se resigna entrecerrando los ojos y recogiendo la cajetilla en el camino, abre la misma y sustrae un cigarro, sosteniendo entre el dedo índice y corazón su filtro.
-Sí, pero no me sorprende, has prometido en asuntos más importantes y no es primera vez que mientes.- En eso me llevé las manos a la boca en un gesto inconciente, me di media vuelta y me alejé de ti. |