MI CHANCHITA


Tengo un chanchita que adoro. No hace mucho que la conozco; me enamoré de ella cuando la vi y en seguida comprendí que me querría. Tiene tres chanchitos: dos machos y una hembra, a quienes quiero como si fueran míos. Esta chanchita tiene un cuero, un pelaje y un olor muy especiales. Las pezuñas están un poco gastadas de tanto andar, pero son bonitas. Camina con un paso muy curioso, moviendo con gracia las manos y haciendo con las patas un juego hacia adentro. Por ese motivo, a veces le digo chueca. Creo que si entendiera se enojaría conmigo, pues todas las hembras son coquetas.
Un dueño anterior, o algún acontecimiento adverso, la privaron de la cola. Pero también esa carencia la favorece, ya que aumenta así la gracia de su andar, un tanto saltarín. Cuando saca a pasear a la prole los días de sol, se la ve muy maternal. Los lleva a comer flores amarillas, que tienen un sabor a miel delicioso. Luego se recuesta en el pasto y les da leche.
Un día supe que era libre. Entonces me la llevé junto con sus hijos. Compré un terreno en las afueras de la ciudad, lo cerqué y lo sembré con flores amarillas. Hace días que no como otra cosa que flores. Mis manos se están transformando en pezuñas; mis orejas se estiran y me crecen pelos por todo el cuerpo. Ayer caminé en cuatro patas, y con un hrro-hrro, le dije que la quería. Me contestó: hrro-hrro, y estoy feliz.