EL ENCUENTRO
La idea surge en una reunión de amig@s/colegas. No recuerdo si en Chillán o Los Angeles. El hecho es que decidimos que sería bueno reencontrarnos con nuestr@s compañer@s de universidad después de diez años de haber concluido nuestra carrera.
Hermes con su carácter apasionado y comprometido con la humanidad, fue presa fácil de este desafío. De inmediato se imaginó telefoneando a medio Chile para ubicar y convocar a nuestros ex compañeros. Por su parte, Iris, siempre muy estructurada y previsora, dudaba si seríamos capaces de llevar a cabo la idea, debido a que todos trabajamos en distintas regiones del país. Lo que, a su juicio, complicaba las cosas. Por mi parte, la idea me sedujo desde el primer momento, aunque, con temor, decidí jugármela por la aventura del reencuentro.
Así comenzamos a dar forma a este proyecto que nos mantendría ocupados y con la adrenalina alta por casi cuatro meses. Desde Julio a Noviembre, el correo electrónico y el teléfono fueron nuestros mejores aliados. Con colegas repartidos a lo largo del país, de sesenta egresados logramos ubicar a cincuenta. No fue tan difícil porque muchos de nosotros nos mantuvimos siempre en contacto aunque fuese esporádicamente.
Las siguientes reuniones pro-encuentro se hicieron, casi siempre, en Concepción. Esto significaba que Hermes viajaba desde Talca e Iris desde Chillán. En cada reunión nos asignábamos tareas y responsabilidades que luego, vía mail, nos informábamos de cómo estaban resultando. Era emocionante ver cómo tejíamos la red de contactos y sentir que, a quienes les hablábamos del proyecto, se entusiasmaban y aplaudían la idea. Eso nos confirmaba aún más en nuestra aventura.
El lugar escogido para el encuentro fue nuestra “alma mater”, y para ello ubicamos a algunos de los profesores de antaño y les solicitamos un espacio para el evento. Ellos junto con alegrarse por la idea, nos prestaron, sin tener que pagar ni un peso, un salón en la Biblioteca Central de la Universidad.
A esta altura ya tomaba más forma y peso el asunto por lo que pensamos en que había que darle un contenido al encuentro más allá de la reunión de camaradería. Así es que a nuestro intelectual Hermes, se le ocurrió la idea de que pudiésemos compartir experiencias de los diez años de ejercicio profesional y esto a través de un panel de expositores al que invitaríamos a tres o cuatro colegas. Iris y yo…le “compramos” la idea de inmediato. Ahora a ubicar a los potenciales expositores y seducirlos con la idea. Logramos contar con cinco colegas incluido Hermes.
Ya quedaba menos de un mes para el “gran día” y, los contratiempos empezaron a surgir, poniendo a prueba nuestra tolerancia a la frustración y también los vínculos de la comisión organizadora. Hermes, con una ansiedad desmedida, muy impaciente y mal humor en las últimas reuniones, provocó la correspondiente parada de carros de mi parte. Iris, sumida en la desesperanza, creía que el encuentro no se concretaría por lo que bajó la guardia con la convocatoria. Yo, tozudamente, más me esforzaba en buscar soluciones a los problemas porque consideraba que los imprevistos son parte de todo proyecto (vienen con el combo). Dentro de los imponderables el que más dolor de cabeza nos provocó fue el que los colegas confirmaran si asistían o no, en el plazo fijado. Por supuesto que a la fecha puesta como límite, solo diez o doce habían confirmado, incluso algunos después se excusaron, lo que nos dejaba con solo diez potenciales asistentes…la angustia se apoderaba de los organizadores y en una última arremetida usamos nuestras mejores estrategias de persuasión y seducción para que los colegas se decidieran y confirmaran su asistencia. El mail y el teléfono eran el mundo para mí esos días…de la pega…ni hablar, ¿cuál pega? Menos mal que mi jefa es colega y entiende mi apasionamiento por lo social, de lo contrario, por mail habría recibido uno en sobre azul.
El tiempo pasaba velozmente. Faltaban sólo cinco días para el sábado 11. El cansancio y la ansiedad se apoderaban de nosotros.
El viernes 10 Hermes llega desde Talca a las 20:00 hrs. y nos reunimos en casa de otra colega que nos facilitaría el computador para afinar los últimos detalles del libreto, la presentación de fotos, la música y revisar nuestros correos electrónicos por si alguien más hubiese confirmado su asistencia a último minuto. Pero nadie más confirmó. Al parecer sólo seríamos veintidós.
Casi la medianoche, Hermes y yo en un paradero de la Av. Colón rogando porque pasara alguna locomoción que nos llevara de regreso hasta mi casa en el sector Collao. Luego de veinte minutos de tensa espera, aparece el taxibus “Las Bahías” que va hasta el Valle Nonguén. Salvados!! Ya no tendremos que pensar en caminar de regreso a mi casa.
Una vez en casa repasamos una y otra vez todos los aspectos del encuentro y fuimos revisando que todo estuviese en orden. Luego, alrededor de las dos de la madrugada, cronometramos los relojes y pusimos los despertadores a las siete de la mañana para no llegar tarde a nuestro esperado encuentro que partiría a las 9:00 hrs.
Marta Tapia E.
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