Los sueños mas queridos suelen convertirse en nuestra peor realidad. Uno como yo que toda su vida ha querido ser un hombre de paz, de estar cerca de ese lugar, se da cuenta de que todo lo caminado ha sido inútil. El camino, como siempre se dice, es interior. El viaje puede durar un instante, o toda la vida, o, frecuentemente, jamás se llegue a la meta, y uno se quede en el viaje...
En eso pensaba cuando sentí las ganas de salir a la calle y visitar a un amigo. No salí ni siquiera llamé a nadie. Uno cuando está con el alma convulsionada, se está mejor encerrado que afuera en donde pueda decir algo que lo vaya a lamentar. Seguí encerrado hasta que sonó la puerta de mi casa. No quise saber quién era, pero, cuando dejó de sonar la puerta, sentí la curiosidad de abrirla y ver de quién se trataba.
Me paré y abrí la puerta. Vi a lo lejos que un grupo de persona con unos libros religiosos en las manos, estaban a punto de tocar la puerta siguiente. Les miré y ellos me miraron. Dos mujeres, una vieja, la otra joven. La vieja se acercó. Me abrió su libro negro y me dijo varias cosas acerca de la fe, el amor, la paz, etc. La escuché por más de quince minutos, mientras miraba de reojo a la jovencita que no estaba tan mal. La vi mirarme con cierto temblor. La miré con fijación. Ella bajó la mirada. La vieja seguía hablándome, hablándome como si contara el rosario. Le sonreí y le dije que por ahora deseaba estar en mis ideas. La señora me miró, quedándose con la boca entreabierta y con las manos a punto de pasar a la siguiente página de un libro totalmente marcado en rojo. Gracias, le dije, y cerré la puerta. Volví a mi cuarto pero la puerta sonó otra vez. Pensé que era la jovencita. Abrí la puerta. No era ella, era la vieja. Tenga, me dijo, obsequiándome unas hojas de su fe. Le acepté y agradecí. Cerré la puerta y me puse a leer lo que estaba escrito. Decía acerca de como encontrar la felicidad. Era gracioso, cuando terminé de leerlo, me di cuenta de que me ofrecían el cielo apenas dejara este mundo, o sea, para después de la vida... Pero. ¿Quién quiere averiguarlo? Dejé el papel y me tiré en la cama. Sonó de nuevo la puerta. La abrí. Era el correo. Me fijé de quién se trataba. Era la fiscalía de la nación. Estaba en problemas. Leí todo y me di cuenta de que iba a vivir una pesadilla... Me preguntaba: ¿Qué hubiera pasado si no abría la puerta? ¿Jugaría el universo con mi limitada conciencia? ¿Es otra prueba más de que estamos en una real pesadilla?... Más cosas me pregunté hasta que decidí llamar a un abogado. Lo llamé y entré en otra realidad, quizá, mas intensa y decisiva...
San isidro, enero del 2007
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