Estaba sentada sobre la cama, mirando por la ventana que enmarcaba el rostro pálido y los ojos aun dormidos. El sol apenas e iluminaba el borde del monte ennegrecido por las sombras de aquel atardecer frío, las hojas de cada árbol se mecían con el roce de la brisa que enfriaba las manos al mezclarse por la rendija de la puerta trasera que daba al patio. El gato blanco de ojos azules entró silenciosamente esquivando la puerta, como no queriendo hacer ruido, olfateó su plato sin probarlo; se acercó a un costado de sus piernas rozando cun su pelaje suave la piel erizada... No hubo movimiento, sólo una mirada agradecida a tan noble gesto. De pronto el débil ruido del teléfono escondido bajo la almohada la levantó de un salto, los pies descalzos sobre el suelo frío la condujeron hacia el cuarto donde aun estaba la cama desordenada, como si esperase silenciosa que nuevamente comenzase el turno de nuevamente habernos dormido... Abrió los ojos y era hora de levantarse, de comenzar un nuevo dia... Se sentó sobre la cama ligera, era hora de partir a cumplir con las tareas propias de todos los dias... A ser feliz porque un pájro cantó sobre tu oído o porque la pareja de enamorados besándose en la esquina te impregnó el aire de amor... Porque probablemente en mi sonrisa más de algún desconcido encontaría la propia...