CONTORNOS
Al igual que Narcizo
ella revoloteaba alrededor
de su reflejo,
saboreaba la miel de sus contornos,
inusuales,
descarados,
se olfateaba a si misma
consagrándose al fuego,
seduciendo al sol,
con los remolinos de su corazón
sin tregua.
Sus huesitos se desplomaban
sobre la hierba fresca,
se sumergía en el olor a tierra
húmeda.
¡Que placer le producia su locura!
Tibia,
mansamente,
sobornaba a los pájaros,
únicos testigos de su desenfrenada
oscuridad.
Su trono,
era la música
que flotaba entre los árboles.
Una caravana de niños invisibles
se hospedaban a su alrededor,
ella cerraba sus párpados
como una muñeca muerta,
su sangre corría
como un mar embravecido
por sus venas fugitivas.
¡Que placer le producía su piel!
Giraba aferrada a un corazón vacío,
en un camino custodiado
por serpientes insasiables
enamoradas de su carne,
bordada con su propia melodía.
Al igual que Narcizo,
ella revoloteaba
alrededor de su reflejo,
mientras dios y el diablo
se disputaban su amor,
y tatuaban en sus tobillos
el hueco de la nostalgia
y se alimentaban
con la sustancia del dolor
que emanaba de su cuerpo
sin vida...
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