El otro día llegó una "hurí"
y me habló del pompón de su saber,
con su cantar de pajarita entristecida
me confundió en su turbión.
Más tarde llegó un juglar
y me cantó su soledad
de canario humilde,
y en la ternura de su rama
se despertó mi rebeldía,
como se incendia el monte
con el relámpago intencionado
de una cerilla encendida;
como el cuchillo aprieta
al condenado a muerte.

El otro día, de nuevo
se despertó la hipocresía,
como siempre, disfrazada
de verde, lluvia y alegría,
transmutando un lunes maltratado
en domingo sin penas ni pecado.
Y... como algo natural
en vísperas de antojos,
la arbitrariedad cobró alas,
y sin razón alguna,
dejó todas mis palabras sin estrellas.