EL HOMBRE DEL SOTANO


Siempre observe que llevara un mismo ritmo de vida. En las mañanas podía sentir como se levantaba y tras golpear suavemente su reloj despertador se internaba en el baño a iniciar las labores de limpieza. Consideraba que se trataba de una persona demasiado extraña pues sentía como su reloj despertador estaba ubicado pegado del techo, justo debajo de la cabecera de mi cama. Me daba cuenta que al sonar el reloj caminaba de un extremo al otro del cuarto. Decía que con este método estaba obligado a levantarse de la cama para poder silenciar el rugido que emitía el diabólico invento al que llaman despertador. Siempre he pensado que a estos aparatos los deben llamar violentador o ladrón de ilusiones y fantasías, agotador de imágenes o destructor de mundos imaginarios.

Dicen que cuando el extraño sujeto habla de su despertador se refiere como el aterrizador, considera que es el más perfecto aparato que le hace descender de los mundos a los que es transportado por su imaginación cuando cierra los ojos. Navega por lugares que frecuentamos cuando estamos ausentes del planeta. Dicen que los músicos al cerrar los ojos la imaginación los transporta a tal velocidad que sus viajes se hacen son a distantes espacios, suceden con tanta rapidez que necesitaba de un monstruo como su despertador, al que llamaba también el detestable y desafinado aparato, para abandonar la excursión que hace por el planeta de las quimeras.

Nunca había entendido la razón que obligaba a un hombre tan culto, para haber seleccionado un modo tan violento par despertar. Considero que el reloj no solo es barato, es desafinado y ruidoso, sencillamente es ensordecedor, no timbra, grita como un desesperado.

Después de pensarlo y evaluarlo por muchos días, tome la determinación de preguntar al extraño hombre el motivo por el cual un pianista tan consagrado, al que admiraba mucho, pero del que sabía poco, había optado por un sistema tan particular para despertar.

Fue así que la noche que sirvió de antesala a la realización de mi plan no pude pegar el ojo, todo por estar pendiente de levantarme en el preciso momento que sonara el reloj. En esta forma garantizaría que sincronizadamente estaría bañándome, vistiéndome y desayunado al tiempo que el hombre del sótano. Tendría que abrir la puerta en el mismo momento que se posara su pie en el ultimo escalón, podría simular un encuentro casual y sería fácil entablar una conversación.

Mi plan funcionaba a la perfección. Luego de pasar la noche casi en vela esperando el infernal ruido, al sonar el reloj me levante como lo había previsto. Siguiendo lo trazado pronto estuve listo para salir de mi pequeño apartamento. De repente el temor me embargo, mi cuerpo empezó a temblar, era el miedo que se hacia presente tratando de debilitar mi voluntad, pero quería hablar con el extraño sujeto, llevaba mucho tiempo admirando su forma de interpretar el piano en la orquesta sinfónica del a cuidada, hacia seis meses que vivía en el apartamento del sótano de la vieja casona y siempre escuchaba que gritaba ¡¡¡ POR FIN ESTE APARATO ME ATERRIZO .... COMO SE PIERDE TIEMPO EN LA CAMA CUANDO SE DUERME SOLO... Recordar esto me lleno de valor, calculaba que, en ese preciso momento, el hombre subía las escaleras. Mentalmente comencé a contar los pasos que estaría dando y justo cuando estuve seguro que su pie alcanzaba el último escalón .... Salí del apartamento, su puerta se abrió y apareció envuelto en su gruesa gabardina, llevaba su sombrero y unos libros bajo el brazo. Mirándolo fijamente por un instante murmure tímidamente – Buenos días-.

Los profundos ojos del hombre, que eran protegidos por gruesos lentes, me observaron, luego me dijo en voz muy alta –Buenos días, ¡sale usted?- . Mi corazón palpitaba aceleradamente por estar hablando con el genio del piano de la ciudad. En forma muy cortes le dije – Maestro, ¿le puedo acompañar al colectivo? Iba a agregar la pregunta que tanto me atormentaba, pero no pude hablar, fui interrumpido por su voz, en tono muy alto dijo ... – POR FAVOR, PUEDE HABLAR MAS DURO QUE SOY SORDO...


DIEGO ORLANDO BERNAL SANCHEZ