Feliz día mi amor, donde quiera que estés.
Hoy no es el día de los enamorados, para mi es el del enamorado.
La mañana comenzó con el recuerdo de un sueño en el que vos eras la estrella, ahora te escribo la presente, más tarde…
Más tarde me dedicaré a sacar tus cartas de esos sobres cuidadosamente catalogados con etiquetas como “Lucila x siempre”, “Fotos” o “Lo que jamás hicimos”, leeré hasta entrado el mediodía, lloraré y me reiré.
Después saldé a pasear por esos lugares que tanto me recuerdan lo nuestro, iremos juntos, aunque estaré solo, faltarás vos que estarás donde quiera que estés. Sonreiré frente a mis memorias, me llamaré insensato y hasta repudiaré aquello que estaré haciendo.
Cuando comience a oscurecer San Valentín se estará acabando y con él mi melancolía, volveré a casa, guardaré tus cartas y fotos, quizás hasta te dedique una lágrima más. Y antes de que el reloj marque el final de este paréntesis en mi soledad, haré una última cosa… te llamaré, lo haré, pero prescindiendo de la impersonal tecnología, no utilizaré un teléfono o un correo electrónico; el mensajero será mi corazón.
Te diré: “Te amo, feliz día mi vida. Te extraño.”
Luego me acostaré y me sumergiré en una quimera distinta, nuestro día habrá terminado y no aparecerá de nuevo… hasta el año que viene el cual, en el 14 de Febrero, mi agenda se adorna con un melancólico “Día de Lucila y Juan Pablo / SOLEDAD”.
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