(en colaboración con Adriana véase cromatica; lo hicimos al trote la madrugada de un domingo)
...y salir al espacio exterior donde no hubiera nada más que astros y nosotras, y mucho silencio, planear a mil por hora hasta llegar a la luna, para una vez allí tomarnos unos mates y bebernos unas risas, y que la felicidad nos hiciera cosquillas; miles de estrellas refulgen en el cielo, nos subimos a un cometa, el silencio es una alfombra por la que nos deslizamos innombradas...
Somos una galaxia pura, llena de luz y vida... a cada curva quebrar los picos de cada estrella que nos tropezáramos en cada esquina del espacio sideral para después lanzarlos a la nada galaxial y pedir con cada lance un deseo, y en cada deseo renacer en pétalos dorados de una flor de loto ancestral, que envuelva los misterios y arroje al azul profundo de la noche una lluvia de nácar y pulsos iridiscentes, cayendo en los ojos de la memoria ausente, renombrando la lluvia y aleteando de besos en las esquinas de los encuentros de enamorados... y una bandada de arcángeles envolviendo el destino de notas de arpas limpias, claras, tibias, donde sólo se oye luz, donde los besos saben a deseo, donde los enamorados se respiran mutuamente, se huelen, se tocan, se quieren, se tienen...
Procesiones de versos, libertades envueltas en banderas de colores intensos, ondeando entre los párpados del viento, que es suave, que en su cálido caudal, se convierte en deseos constelados.
Ayunan los fantasmas, todo es un sol de mayo que se olvida de la lluvia, para darnos palabras como panes, repartiendo la aurora y la noche entre neblinas azules y deslizarnos por el arcoiris cual tobogán, reir como niñas vestidas de rosa, y al descender sentir la libertad en la cara, en las entrañas, creando una atmósfera de agua de manantiales, transparente, fresca, pura, inquieta, suave, cariñosa, tierna, de dulzura hiperlativa y de candor amable...
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