La calle esta vacía,
la gente dormida,
la lluvia de frente,
el cansancio presente,
y la paciencia ausente.
La necedad capricho por naturaleza,
aferración a lo imposible,
valentía bárbara,
o simplemente no tirar la toalla.
Puede que sea valedera
o cisañuda en el peor de los casos,
un esfuerzo con frutos,
que da lutos,
vida, billetes y alegrías.
Terco, se le dice al niño,
porque es un ser que no conoce
y desconoce por eso toca y toca,
hasta alcanzar su objetivo,
y lo repite una y otra ves,
con tantas cosas más.
Por eso les digo,
aprendamos del niño,
sus virtudes y su coraje,
el cae y se levanta,
le duele pero continua,
tiene paciencia aunque llore.
Ser terco por el bien,
legionario de lo digno,
corresponsal del esfuerzo,
y monumento de nuestra patria.
Como lo seria Carrión en su tierra,
Galileo, Cristo, Gerardi y tantos otros personajes más,
que orgullo tener estos seres,
¡que vivan sus entusiasmos inusitados!
Al contrario la necedad absurda,
que hace de los hombres tiranos,
que por poder aniquilan hermanos,
cobardes que no dan la cara en la guerra.
Que convertidos en minotauros del mundo,
tiras cómicas que causan risa,
pasean tal pavos reales hinchados,
sin saber que del otro lado alguien los esta esperando...
Alabo el amor verdadero,
que lindo fruto cuando es eterno,
vertido en santo sacramento,
aunque vaya en contra del viento.
La necedad por la causa,
nos bendice el camino,
si siendo esta justa y necesaria,
nos llena de paz y no hiere a los demás.
La necedad por la causa,
debemos trabajarla,
por la sabiduría, por la paz,
por el amor y por la vida.
Entro a mi habitación,
miro la ventana,
y la tempestad no cesa,
me desespero tanto.
Insisto en terminar lo empezado,
esperando haber comprendido,
que las experiencias de los extraños,
no deben quedarse guardadas en el olvido.
Termino con la “vida de médico” de Horacio,
me siento aliviado, gracias a Dios y mi necedad,
que aunque no hice mucho,
¡rompí un portón mas de mi ignorancia!
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