Eran las dos treinta minutos de la tarde, salí a recibir la fresca brisa marina mientras buscaba el objetivo de mi salida. Si, era ese hombre de ojos cristalinos que siempre me seguía con esa mirada fría y perdida; aquel hombre siempre iba acompañado de un gato negro con rayas plomas en sus orejas y cola, caminaban por el puerto mientras las gaviotas recogían las sobras de los pescadores. El hombre siempre al volver esperaba que yo lo mirara para atormentarme con esos ojos malditos que no tenían rumbo ni dirección.Entonces mi cuerpo se estremecía y nacía una sensación de desesperación que me impulsaba a dirigirle un par de palabras un tanto groseras a ese hombre y a su gato que muy atrevido se paseaba por mi balcón durante las mañanas de lluvia, y de esa manera pase los meses de verano: era una maldita rutina; despertar, balcón, hombre de ojos de cristal y gato atrevido... un día decidí no salir al balcón y el anciano estuvo ahí durante toda la tarde en espera de mi salida, mientras su gato me venía a visitar cada dos horas buscando comida.
Al otro día decidí salir al balcón para comprovar si esa incesable espera del día anterior era sólo por mí, quize lanzar mi cuerpo por el balcón al ver al anciano a mi lado; su respiración en mi cuello y sus extraños ojos mirandome cegaron mi realidad y mis pensamientos racionales; el tipo cogió mi mano, su gato toco mis piernas, fue entonces cuando reaccioné y tomé el objeto más cercano que encontré, para lástima de él era el cuchillo con el que partí el pan esta mañana; me separé del anciano y lo amenazé a no dar un paso más y que se largará de mi hogar; su gato (maldito gato) saltó sobre mi espalda, clavó sus uñas en mis hombros, sentí como la sangre salía desde mi interior, el extraño anciano avanzó hacia mí, en ese momento el pánico se apoderó de mí y tomé al gato por el espinazo y lo lanzé contra la pared de la cocina, grité en contra del viejo y lo acorralé en un rincón, sus ojos inexpresivos me miraban fijo su boca intentó articular una frase pero al momento de mover una de sus piernas enterré el cuchillo en su ojo derecho y con un giro de muñeca lo arranqué de su orbita, el tipo gritaba suplicando que retirara el arma blanca de su rostro sin escuchar más palabras de su asquerosa boca; clavé el cuchillo en su mano, en su pecho, en su frente, en su pierna y en cualquier lugar donde según yo creía que no había daño alguno.
Luego de 20 minutos aproximadamente, paré y me alejé del cadáver inmóvil, ensangrentado, rancio convulcionando aún por los daños causados lamentablemente por mí. El gato que volvía de su inconciencia se acercó al cuerpo de su amo y comenzó a ronronear tiernamente mientras me miraba de reojo y movía su pata derecha delantera entre los pedazos de piel sobre el piso.
Los vecinos habian escuchado los gritos del hombre y al estúpido animal quejándose al ser golpeado contra la pared, en un par de minutos llegaría la policía y llamaría a la puerta para encontrar algun tipo de evidencia, estaba segura que me habían denunciado de asesinato (los vecinos no tenían argumentos ni evidencias ´válidas para culparme de algún tipo de crimen) sin embargo mi mente solo sentía que el mundo entero sabía lo que había pasado. Tan sólo por una inconciente obseción a un par de ojos de cristal; pensé en esconder el cuerpo del anciano pero al levantarlo se desarmó y cayeron sus pedazos por las escaleras y el balcón. Ya era demasiado tarde la policía había llegado mis manos llenas de sangre era mi máxima culpabilidad; entonces llamaron a la puerta pero no abrí esperé a que entrara el primer uniformado y lo golpié en la cabeza, al entrar el compañero de labores enterré el cuchillo que seguía en mi mano al darme cuenta que ya nadie más entraría desesperada lavé mis manos, cambié mis ropas y me fui del lugar.
Continuará... |