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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El caso del poderoso pesticida (Final)

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Parte II y final

Henry Perelló, un chico de la calle, excelente elemento para conseguir información privilegiada, regateaba con Mc Laughing el monto de sus servicios.
-Considere usted que estoy arriesgando mi pellejo, detective. Infiltrarme como mozo de la taberna del Ronco Friedman, es casi tan peligroso como tratar de espiar a Al Qaeda.
El detective sonrió y le extendió dos billetes más. Después de todo, el muchacho le era muy útil y sobre todo, muy discreto, por lo menos con él.

Por su parte, Mc Laughing se dedicó a revisar todo lo concerniente al Conde Ludivich. En apariencia, el mentado señor era un científico de fuste que había logrado importantes avances en la cura contra la caspa, en la eliminación definitiva del bozo femenino y en la terapia sicosomática para la cura del pie de atleta. En realidad, sus descubrimientos no eran para nada relevantes, lo cual, también era demasiado sospechoso para un científico que había logrado importantes galardones y post grados en las universidades en las cuales había estudiado.

La mente sagaz de Mc Laughing comenzó a elucubrar una serie de teorías, ya que era evidente que tras los modestos logros del científico, se ocultaba algo de mayor trascendencia. Y eso era, precisamente, lo que el detective debería descubrir.

Henry Perelló logró averiguar que la Taberna del Ronco Friedman, era en realidad una fachada tras la cual se disimulaba una importante trata de blancas. Esto lo supo de boca de un gato angora que retozaba, la mayor parte del tiempo, en la falda de Ronco. Por supuesto que el animal no habló hasta que Henry le dio de comer un fino plato de langostas. Mientras Al Capone, que así se llamaba el minino, masticaba con fruición tan delicioso plato, le contó, al detalle, los pormenores de las transacciones que allí se realizaban.
-Son bellas chicas que Ronco recluta para enviarlas...ñam ñam ñam… a los más exóticos países. Aunque no lo creas, ellas…ñam ñam ñam…reciben un trato privilegiado e importantes sumas de dinero que…ñam ñam…no lograrían conseguir ni en veinte años de trabajo sostenido…ñam ñam.
-¿Es decir que tú apruebas esas turbias negociaciones?
-Por supuesto que sí. Soy un gato, no tengo escrúpulos y por lo tanto, ahora mismo le contaré a mi amo de tu visita…
-¡Noooo! ¡Eso significaría mi muerte! ¡Te traeré otro plato de langostas, de anchoas, de lo que quieras, pero, por favor, no digas nada…
Al Capone, que era un chantajista de primera y que –entre otras de sus gracias- había amenazado a su propio dueño con denunciarlo a la policía si no le procuraba las mejores gatas de la alta sociedad- accedió a la oferta de Henry.

Lo que pudo averiguar el muchacho, fue que gran parte del dinero proveniente del tráfico, iba a los bolsillos del Conde Ludivich, quien, a su vez, invertía su dinero para realizar secretos experimentos.

Mc Laughing arrugó el ceño al enterarse de esto y acudió donde Clarisa Templetton para comunicarle de los avances de su investigación. La hormiguita, que en esos momentos tomaba un baño de tina mientras bebía un poco de ginebra, no demostró demasiado asombro, puesto que intuía todo esto. Lo importante era sorprender al Conde con las manos en la masa y así se lo hizo saber a Mc Laughing.
-Le doblaré el pago si usted atrapa a ese facineroso- dijo la hormiguita, mientras se enrollaba una toalla en su diminuto cuerpo-. Recuerde que una vez comercializado ese letal spray, ninguna hormiga quedará sobre la faz de la tierra.
-Tengo que infiltrarme en el laboratorio del Conde. Acá será conveniente que sea yo quien realice esta peligrosa operación.
El sabueso se volteó para que la hormiguita se vistiera con un elegante traje de fina gasa, ya que esa noche asistiría a la boda de una abeja reina.

Disfrazado de electricista, Mc Laughing, logró introducirse en el imponente laboratorio del Conde Ludivich. Sin tener mayores conocimientos técnicos, extrajo de su maletín un tester y lo comenzó a manipular como si fuese un avezado maestro. De este modo, fue recorriendo los pasillos y se introdujo en diferentes salas hasta llegar a un departamento que indicaba en grandes letras “No pasar”. Como era tarde, sólo permanecían en el recinto unos pocos guardias que, desde una sala, monitoreaban todo cuanto sucedía en el edificio.

Mc Laughing vadeo la zona prohibida y cuando se disponía a colarse por una pequeña ventana, sintió que algo se aferraba a su tobillo. Eran los aguzados dientes de Pancho, un ovejero alemán que custodiaba el recinto junto a Alamiro, un rotweiller viejo y desgastado que se pasaba la noche durmiendo.
-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaay! ¡Suéltame por favor! ¿No quieres un trozo de carne?
El perro abrió sus fauces para contestar: -¿Será tan buena esa carne que me ofreces para que yo me decida a dejar de mordisquear tu tobillo?
-Filete, buen muchacho, filete.
El perro silbó con maestría sin par y después de un largo rato, apareció Alamiro, con sus orejas gachas y una expresión de profundo cansancio en su perruna faz.
-¿Qué sucede?- preguntó con voz ronca el Rotweiller.
-¡Que esta noche nos daremos un banquete, compadre! Y tú –le indicó al detective con un movimiento de cabeza –has lo que tengas que hacer, pero hazlo rápido que nosotros no hemos visto nada.

La sala aquella estaba repleta de retortas y tubos de ensayo. Con una pequeña linterna, Mc Laughing revisó las estanterías y pudo percatarse que allí, en vez de un laboratorio, se encontraba un verdadero arsenal de guerra. Pudo leer a la pasada las etiquetas de algunos frascos: “Bomba para eliminar los países bajos”, “Elixir para disminuir la libido de los países de Medio Oriente”, “Crema para decolorar a los habitantes de África”.
El detective leía boquiabierto cada una de esas espantosas leyendas y casi no reparó en una botella que contenía un líquido negro y en la cual se leía: “Perfume Fórmica cero”.
Su olfato detectivesco le obligó a detenerse y revisando la misteriosa botella, leyó en letras diminutas: “Líquido para eliminar a todas las hormigas de la tierra”. ¡Así que era cierto todo lo que le había dicho Clarisa Templetton!
Se disponía, el detective a guardar el envase en su maletín cuando todas las luces de la sala se encendieron. Un verdadero ejército de guardias rodeaba cada punto del lugar y ante la imposibilidad de huir, Mc Laughing, dejó el maletín en el piso y sonrió con resignación.

-Ya me suponía yo que este tipo se traía algo entre manos- dijo el Conde Ludivich, que era un tipo de una enorme panza, apenas disimulada bajo un enorme delantal blanco.
Mc Laughing nada dijo. Las metralletas le apuntaban directamente y eso amedrentaba, incluso a un hombre de la sangre fría que él poseía.
-Como usted supondrá, al ingresar a esta sala, ha firmado usted su propia sentencia a muerte. Ahora, seré generoso y le daré a elegir su propio final. Veamos, tiene usted a su disposición un menú muy extenso: Líquido para borrar el estómago a los fisgones, pastillas para explotar en la caja craneana, líquido para transformar a los seres humanos en estatuas de yeso…elija, elija usted.
-Bueno, si es usted tan gentil, le agradecería que me diera a beber de esa botella con el líquido para eliminar a todas las hormigas del mundo.
-Humm, no se lo recomiendo, eso puede provocarle una enorme acidez- acá el Conde lanzó una horrible carcajada y tomando la botella entre sus manos, la destapó e hizo amago de derramar parte del contenido en el piso.
-En cuestión de segundos, ya no quedará una sola hormiga en la faz de la tierra. ¡No sabe cuanto repelo a tales bicharracos!
-¡Nooooooooooooooooooooooo! Eso provocará una debacle a nivel mundial. ¡No puede hacerlo!

Todo parecía consumado y el Conde ya estaba a punto de derramar el líquido, cuando aparecieron Pancho y Alamiro con sendos aparatos de fumigación y con rápido accionar, rociaron a los guardias con el contenido de los aparatos. Instantáneamente, los guardias quedaron convertidos en estatuas de yeso. El conde soltó la botella y desapareció por una puerta lateral, con una agilidad que desmentía su sobrepeso. La botella estaba a punto de estrellarse en el suelo, pero Mc Laughing se arrojó, haciendo una pirueta, que ya se la habría envidiado el mejor guardapalos del mundo, y aseguró entre sus manos el letal envase.

La policía llegó al poco rato y confiscó el contenido de dicho laboratorio. También cayó el grupo comandado por el ronco Friedman, quien fue a parar a la cárcel. Al Capone, el gato angora, detalló, con minuciosa coherencia, los turbios manejos del individuo y gracias a ello, fue enviado a la casa de una viuda para que retozara en su falda. A la semana, el gato huyó, sin que nunca más se supiera de él.

Con respecto al Conde Ludivich, también escapó y hasta el día de hoy se le supone residiendo en los más exóticos países. Algunos dicen tener pruebas concretas que el personaje prepara una devastadora arma para dominar la tierra.

Una larguísima hilera de hormigas llegó a la oficina de Mc Laughing, cargando el dinero de sus honorarios. Clarisa Templetton, luciendo un escotado y breve vestidito de satén, aproximó sus diminutos labios al rostro barbado del detective y le estampó un beso de agradecimiento. El hombre, poco acostumbrado a estas delicadezas, se sonrojó, pero trató de disimularlo.
-Nunca terminaré de agradecerle esta labor-dijo Clarisa, pestañeando coquetamente.
-Estoy a sus órdenes- dijo Mc Laughing, sin poder contener su conturbación. En realidad, la delicada hormiguita había logrado calar hondo en su corazón. Así que, cuando se despidieron y ella iba a besarlo, el giró su rostro, de tal forma que, sus labios se encontraron y allí se quedaron. Él era un profesional que no mezclaba su trabajo con lo sentimental, pero ahora ¿por qué no?..














Texto agregado el 23-01-2007, y leído por 274 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-01-2007 Qué historia!!! realmente hermosa Gui, me he matado de risa con la hormiguita sexi, el gato ventajero, los perros que resultaron ser dos héroes y el final de película, con arrumacos incluídos, como debe ser una película policial. buenísima y entretenida historia para niños y grandes, o grandes con corazón de niños. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
23-01-2007 Enternecedor relato..Se disfrutó un montón...Por tu culpa se me enfrió la cena... churruka
23-01-2007 Jajajajajajaja, què lindo, la hormiguita conauistò ese corazòn, creo que con todo aquèllo tan especial que tenìa. Mira que se daba baños de tina, y tomaba, me la ganaba a mì. Genial digno de mi admiraciòn total********* Besos Vic 6236013
 
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