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PRIMER SUEÑO

Era un edificio viejo y oscuro, con olor a humedad que lo llenaba todo.
¿Cómo fue que había llegado hasta ahí?
¡Qué importa!
Lo que ahora estaba viviendo le parecía un sueño, como sacado de un cuento sin final determinante.

Las instrucciones habían sido claras:
13, 8 y 5 (ese era el orden que tenían los escalones en aquel edificio).
Finalmente al llegar al pasillo, se encontró con ella.
¡Increíble!, pensó.
Ahí estaban, frente a frente, solos.

Estiró la mano derecha para tocarla y cerciorarse de que era real – y lo era –.
Ella le correspondió con la suya.
No dijeron nada, simplemente se acercaron y unieron tiernamente sus labios en un cálido beso.

Después, caminaron por el pasillo dejando atrás algunas puertas de varios departamentos vacíos.
¿Qué estaba haciendo ahí?, se preguntaba nuevamente.

De pronto ella se detuvo y dijo:
Espera, quiero cerciorarme de que no haya nadie.
Y así fue, pues al entrar en aquel lugar solamente encontraron cosas desordenadas, al parecer, recientemente.

Se sentaron en un mullido sillón y platicaron por corto rato.

- Mira que tengo suerte, encontrarte en un sitio como este.
- Y qué, ¿tiene algo de malo?
- No, pero ¿cómo es que llegaste hasta aquí?
- Aquí vivo.
- Entonces no es cierto lo que me habías dicho, de que vivías por el norte, allá por la terminal.
- No, yo vivo aquí.
- Bueno, de cualquier modo me siento tan bien de encontrarme aquí contigo, que quisiera quedarme, ¿puedo?
- Claro, tonto ¿por qué crees que te llamé?
- ¿Cuándo?
- Hace apenas una hora, fue muy fácil traerte hasta aquí.
- No me di cuenta.
- Oye, ¿me das un beso?
- Claro
- Vamos, apaga la luz.
- ¿De dónde?
- Perdona, yo lo hago.
- Abrázame, ven quédate junto a mi.

... apenas la había tocado y sintió una extraña pesadez en todo el cuerpo, trató de no dormirse pero su esfuerzo fue en vano.

Al amanecer escuchó que alguien cantaba en el patio, se levantó rápidamente, estaba solo en aquel cuarto maloliente; se colocó sus zapatos y salió rápidamente.

Sus pasos resonaban en aquel edificio vacío y en el patio se seguía escuchando aquella vieja canción de los años treinta que tanto odiaba.

Cuando por fin llegó a la puerta de la calle, se topó con un hombre viejo y andrajoso que le dijo:

- Tenga cuidado joven, es muy bonita esa mujer, pero míreme a mí. Yo la conocí hace cuarenta años y todavía no la puedo olvidar, mejor márchese ahora que puede hacerlo.

- Pero, es que es tan hermosa... que volveré mañana.

Texto agregado el 13-02-2004, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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