De pronto encontré aguaceros
destrozando almas inocentes,
quise rescatarlas
y de paso rescatarme a mí
de no caer rendida a la soledad.
La lluvia evaporó mis pensamientos,
las nubes arrazaron con las palabras
que quisieron salir de mi corazón.
Pero aún tenía mi vida y mis manos,
podía seguir con la esperanza de salvarlos,
pero me encontré con una sorpresa;
aquella humedad producida por los aguaceros
pudrió sus cerebros,
y las palabras,
aquellas palabras que logré salvar
solo naufragaron en esas cabezas corroidas...
Me desilucioné,
el aguacero ya casi nos cubría,
mis manos estaban atadas,
mi mente a punto de declararse clausurada;
pero no,
un aguacero de excremento no podía ganarme.
No faltó aquel 'mágico' susurro
- ¡vete, déjalos, acaso ¿harían ellos lo mismo por
ti?
- ¡jamás!!- me respondía cada vez más deprimida,
pero aún así entregué todo lo que pude
y sólo cuando vieron mi sangre derramada
comprendieron el mensaje,
fueron ellos quienes se rescataron.
Construyeron un techo enorme y el aguacero no
los tocó más.
A mí,
salvador descabellado,
sin rumbo ni rumba,
me dajaron colgando del mismo árboil donde me
encontraron,
para que nadie olvidara que todos nos necesitamos.
(Aunque sea para molestar a los demás).
DEL 18.05.2000.-
|