Moneda con Tenderini.. Octavo piso. Seis de la tarde. Llevo más de cuatro horas aquí encerrado y se siente la humedad en el ambiente. Del cielo raso están cayendo las primeras gotas. A duras penas logro capturar los ruidos que vienen desde afuera. Palpo estos espejos quebrados que sólo reflejan oscuridad.
En teoría, no me siento tan mal aquí sobre todo con esta grata compañía. Quizás el único problema, es esta siniestra idea que me empieza a rondar, y es que si no encuentro alimento pronto, tendré que comérmela, a ella, a mi compañera. Sospecho que ella presiente mis macabras intenciones, pero me consuelo pensando que tiene también los mismos pensamientos con respecto a mí, incluso más deplorables. Me la imagino ensalivándome, mordisqueándome, masticándome. No sé si sería un suplicio o el más sensual y voluptuoso de los placeres.
Tengo la convicción que aquí moriré, bajo este limbo rectangular. Sé que es en vano llamar a nadie, porque no hay nadie. Me llegan desde lejos extraños sonidos. Antes de llegar aquí tenía una buena predisposición, sin embargo, ahora, aseguro ver sombras en medio de esta impenetrable bruma. Cuando me atormentan estos pensamientos me gusta acercarme a ella.
A pesar que ni siquiera sé cómo se llama, pienso que acabaré enamorándome de su olor, del balanceo de sus caderas, de sus sollozos. Me entusiasma la idea de estar solo con ella. En esta oscuridad estiro mis
manos y le hablo, pero todo el medio me devuelve un denso silencio y ningún atisbo de luz. Pienso en algunos paisajes. Es mentira que el río corre, es el cielo que corre en el río.
Las palabras y el tiempo empiezan a ser inconexos, como la oración de un náufrago.
Espero que algún día... me encuentre alguien, abrazado junto a una mujer desconocida,... rodeado de unos cuantos huesos y un montón de gusanos, lamiendo estos cuerpos ya podridos,... aquí......en el ascensor atascado..
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