Debo confesar algo:
No pude enamorarme
y ella menos.

La mujer de labios azules
preguntó en voz baja, que relaja.

-¿Eres tú acaso,
ese hombre en el ocaso?-

Con los ojos
lagañosos,
la mirada fija en esas lomas
desprotegidas y osadas,
respondí:

-Ay de mí, creo que sí.-

-Me manda Juan, y traje el vino-

Escuché su voz,
comprendí que era veloz,
liviana, ligera y precoz.


(Oh, una mujer veloz, que no me agarre la tos.)

Mientras pensaba qué hacer
tanteaba mi billetera,
y su vacío
profundo e inconmensurable
vaticinaba,
como el oráculo,
como Horangel en el horóscopo,
otra noche solitaria.

-Deja entonces el vino... y vete!-

Así lo hizo...


ergo


Verso libre dedicado a Juanromero, con todo mi afecto