Medio que me desperté con ganas de fumar, decía un poeta. Mi mamá duerme y me deja sola. Me masturbo con más impunidad, entonces. Sin conciencia. Duele. A veces me da un poco de taquicardia y veo en el espejo cómo se me dilatan las pupilas, cómo me pongo pálida. Hacer de la vida un cuento: vida y literatura una misma cosa: no es cierto. Escribir 10, 15 horas, corregir, y sentir que no hallo mi propia voz, que al final las palabras no dicen lo que quise que dijeran. Digo que te amo pero no sé. Digo sórdido y pienso en nuestros cuerpos copulando como perros en cualquier casa abandonada: algo tan puro en un lugar así. Tengo muchas ganas de tocarte, de hacerte el amor, de hacerme el amor pensando en vos. Imagino que vos me amarías como el negro que se está cogiendo una negra en el televisor. Acabo con eso. De esto se deduce, doctora, que nunca la soledad es tanta que no se pueda romper el himen de un nuevo poema.