El niño pequeño le preguntó al padre: - Papá, ¿que es el efecto mariposa?
El padre, tras reflexionar un momento, se sentó junto a su hijo y le habló de esta manera: -Hace algunos años, cuando yo era más joven y soltero, estaba en otra ciudad por asuntos de trabajo. Una mañana, temprano, acababa de desayunar en la confitería del hotel donde me alojaba y salía en busca de mi auto para hacer lo que me había llevado allí, cuando vi un diario sobre otra mesa.
-Como sabes, a mi me gusta leer y escribir cuentos, y ese diario estaba abierto justo en la sección literaria. Un cuento, llamó mi atención y me quedé varios minutos leyendo. Cuando lo terminé de leer, subí a mi auto y partí a realizar mi trabajo.
-A las pocas cuadras, en una bocacalle, una señorita esperaba el semáforo para cruzar. Llevaba, dificultosamente, un gran espejo que no le permitía moverse con rapidez ni mirar muy bien donde pisaba. Estacioné el auto, bajé, y le ofrecí ayuda. Tomé el espejo y la acompañé cien metros hasta su casa. Al despedirnos le pedí volvernos a ver en mi próximo viaje. Esa chica era tu madre, y terminé casándome con ella.
-Pero papá, protestó el chico, yo te pregunté sobre el efecto mariposa, no sobre mamá.
-De eso se trata, continuó el padre. Las más insignificantes acciones, como la mía al entretenerme leyendo un cuento, influyen en la propia vida y en la de otras personas. A veces, hasta en el destino de la humanidad. Si yo no hubiera visto ese diario sobre una mesa en el hotel, no hubiera encontrado a tu madre y tú y tus hermanos no hubieran nacido.
Dicho esto, el padre dio al niño un beso en la frente y dejándolo absorto en lo que terminaba de escuchar, tomó su maletín y partió hacia el trabajo.
Para ya nunca regresar.
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