Dispuesto a dejar el viaje de su vida, el bajó del tren a decirle te extrañaré...
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Es tan difícil el momento en el que tengo que despedirme -decía un triste papel gris que en su temblorosa mano yacía-, pero no puedo hacer nada más que seguir el irremediablemente absurdo curso de la vida... Supongo que habemos quienes no podemos decidir y tenemos que llevarnos por el injusto destino; debo irme, es cierto, pero una parte mía queda, y una parte tuya va conmigo, donde vaya, donde me quede, ahí te extrañaré...

Al leer el papel, sentada en una triste silla donde lágrimas caían casi como minutos corrían a lo largo de una vida insultante y llena de tristezas, ella lloraba desconsolada mientras veía unos viejos números del tren defectuoso en el que su amor se alejaba y pensaba cuánto extrañana sus manos, su habitación y sus caricias, cuánto quería decirle, a su amante sincero y de todos tiempos, que no quería que él se fuera, aún cuando ella le dio esa misteriosa orden...

Él, dentro, muy necio y luchando con las lágrimas no podía más que ver por la ventana y adivinar entre personas abultadas su rostro débil y rosa... y en sus manos esa rosa que con una negra lágrima le dedicó ese día en el mismo lugar donde ambos negaron su sentir...

Ella seguía su mirada hacia abajo, las lágrimas caían, como podía decirle que lo necesitaba, si el orgullo pesa más que las emociones en ciertos corazones... Él no sabía ya que hacer, apretó dentro de su vieja chaqueta un puño sincero...

Dispuesto a dejar el viaje de su vida -y sin obedecerla a ella-, él bajó del tren sólo a decirle te extrañaré... Besó sus labios, amándola como la primera vez...

...y desde su puño apretado una cuchilla terminó esa secuencia de tristezas a la que llamaban mi vida, perdón... su vida