ROSTROS XVI
No habíamos tenido oportunidad de ver el rostro del capitán. Quizá porque de continuo llevaba abatida la visera del yelmo o a causa de la noche o por hallarnos en combate.
Cierto que era grande el temor que nos inspiraba, pero su audacia y crueldad nos brindaban pingües beneficios en cuanto a botín se refiere.
Aquel día, tras el pillaje, mientras nos entregábamos a la tarea del recuento, no se sabe por donde, apareció un anciano, quién se encaró con el capitán y le dirigió palabras tales, que por su timbre sibilante, bien pudieran ser de amenaza o de maldición.
Éste, airado, llevó la mano al pomo de su sable. Pero algo, en la mirada adusta del viejo, lo contuvo y en ese momento ocurrió lo inaudito. Pues el capitán comenzó allí mismo a temblar para después, despojándose del casco, alejarse con la cabeza baja.
Nosotros, inmóviles y aturdidos, no sabíamos que hacer. Hansen, que era el mas nervioso de los nuestros, fue el primero en reaccionar y de un arcabuzazo atravesó su espalda...
.......
........
- Juro que no ocurrió por acrecer nuestra parte de botín, sucedió porque estábamos exhaustos y enervados y por su rostro. Sí, sobre todo por su rostro extraño y vil.
Por esa razón lo despedazamos.
|