Los cristales de Octavia

La palabra silenciosa que desnuda a esos ojos verdes, es lo que inquieta mi monotonía laboral.
Se acomoda en el extremo derecho del sillón, dobla minuciosamente la desgastada carpeta tejida al crochet y corre con lentitud la cortina, esperando a Octavia.
Me mira y dice:
¿Qué hora es?. ¿El pronóstico anunció lluvia?
13.40 hs, no se preocupe ella vendrá.
- ¿que hora es?. Estás segura que hoy no lloverá?
Entra despacio, como caricia de enamorados, del lado Oeste. Ilumina las pocas hojas del potus y entibia la sala donde aguarda ansiosa.
- Llegaste un poco tarde, ¿qué hora es?.
Octavia la ignora, o juega con su inmóvil rutina cada tarde. Ya no le presta atención. Deja que su paraíso perdido navegue en el infierno terrenal.
- ¿Acaso no te intriga lo que hace cuando venís?
-No, porque sé lo que hace ¿Querés que te cuente? Hablemos en el pasillo, aunque no creo que nos escuche. Conocí su historia una tarde de Junio, del año pasado Harta de sus exigencias le pregunté ¿ para que me esperaba? y empezó con su relato , quizás tan lleno de mentiras como los remedios que toma y que no la curan.. Ësto me dijo:
“Si supieras lo feliz que me hacés por unos minutos. Conseguís que mi vida, cada Viernes , ingrese a un túnel de la memoria y me llene de éxtasis. Recuerdos que afloran...Hubo un tiempo que mis ojos brillaban y mi boca era la manzana que Adán mordió. No se llamaba Adán, pero su cuerpo desnudo era mi pecado. No me dio su costilla, pero me entregó sus manos para posarlas explorando cada centímetro de mi piel. No lo expulsaron del Edén, pero sí de la sociedad que condena lo que no sigue el orden establecido . Pero yo lo deseaba, lo quería, lo ...¿amaba?. ¡ Sí! , ahora a la distancia de esa locura, me atrevo a decirlo: lo AMABA.. Los Viernes, íbamos al Hotel “ Rochelle” . Serios, sin siquiera tomarnos de la mano, nada indicaba que éramos dos seres apasionados en la intimidad. Y el pasado es presente: ...derrite miel sobre mi espalda. Suave y pegajosa su lengua extiende un poco de amor y de híbridos besos sin nombres, silenciosos y mordaces. Máscaras de luces rojas, sábanas habitadas por clones sin corazón. Una sonrisa malévola en el espejo superior dirige el circo de malabaristas y suicidas de noches robadas(¿o tal vez mañanas inventadas o de tardes mágicas?). ¡No lo sé!. Pequeños y largos actos con un gran final de aplausos y llantos. El telón se baja luego del sonido de una llamada. Ya no somos mas abejas. Una despedida hasta el próximo salto sin red, hasta el siguiente viernes.
Ya me ves, a donde estoy y quien soy, no dice quien fui. Yo te necesito, porque sos esa gota que moja la tierra sedienta en mi memoria. Porque en la hebra final de la madeja que es la vida, lo único que desenreda la felicidad son esos pequeños momentos, que fuimos héroes vanidosos, y nos atrevimos a dar ese paso mortal al infinito. Se escurrieron mis minutos como bloques de mármol, y ahora solo me quedás vos., porque me das el pasaje gratuito al prisma de mis sueños. Sólo te pido eso, Octavia, no dejes de venir, cada tarde, cuando el sol golpea, y mi Adán besa mis cansados ojos...”
- Pero sigo sin entender, Octavia!, dice la empleada de la recepción.
-Espera que haga mi trabajo: limpiar el ventanal de éste antártico lugar y que el juego del sol con sus pasiones, le devuelvan las esperanzas de encontrarse con su amante, como cada viernes ellos juraron verse.
Puede que esté senil, muchas veces agota mi paciencia sus repetitivas preguntas que olvida al instante mis respuestas, pero cada tarde, cuando comienza su ceremonia amorosa, y se acomoda en el extremo derecho del sillón, dobla minuciosamente la carpeta tejida al crochet y corre con lentitud la cortina, ya sé, que ella espera el milagro de los cristales de Octavia. .