Siente temor de ser devorado por su sexo, y así se aleja cada vez más de su amada.
Sabe que la desea, o por lo menos trata de creerlo, pero cuando ella lo acaricia, su piel empalidece del terror.
Por un tiempo finge su ausencia, para pensar en lo que le sucede, y cuando logra la calma, basta escuchar la voz de ella a través del teléfono, para volver a ese estado inicial. Piensa que tal vez es causado por algún extraño temor a entregar todo y perderla.Pero aunque quiera engañarse a sí mismo muy en el fondo sabe, que el germen del conflicto está en que, más que a una “amada”… desearía entregar todo a un “amado”.