Cuando muera yo no quiero que recuerden mis obras o algún logro que pude haber tenido, no quiero ni siquiera que recuerden mi nombre, sólo quiero que en los corazones de la gente a quien conocí haya quedado sembrada una semilla de paz o de justicia, o de amor o de generosidad, yo sólo quiero que mi paso por el mundo haya sido como aquel jardinero que encontró un terreno seco, árido, muerto, y el jardinero comenzó a regarlo diariamente , preparó la tierra, la cuido con cariño, con amor, y luego sembró en ella árboles y flores, y convirtió el terreno en el jardín más bello del mundo y en el huerto más delicioso de la tierra.
Un día el jardinero murió y muy poca gente se enteró de su muerte y muy poca gente supo su nombre, y casi nadie se entero siquiera de su existencia, pero todos gozaban del jardín, y del huerto y su obra, del fruto de sus sueños, y por ello nadie nunca supo que en la belleza de ese jardín y de ese huerto él siguió viviendo y nunca jamás murió
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