9 de enero
Soy un cobarde temerario, no es algo nuevo, no acabo de descubrirlo, lo he sabido siempre. Esa imprudencia, esa insensatez de no querer reconocerme, me ha llevado a vivir una vida que no es mía. Me refugié tantas veces en la profunda y extensa sombra de la noche que, ahora, frente a ti, no puedo soportar la luz de tu mirada y me derrumbo en el vacío de la nada.
Haré caso omiso a los consejos, a las súplicas, me dejaré llevar sólo por esta extraña tristeza que llegó poco a poco, a hurtadillas, en silencio, y acabó por instalarse cómodamente ocupando todos los rincones. Es tarde para intentar nadar, es absurdo obsesionarme con salir a flote cuando, de forma inconsciente, siempre haré todo lo posible para ahogarme.
Me aprovecharé de esta maldita facilidad que poseo para convencerte de algo, aun cuando ni yo mismo esté convencido de ello.
10 de enero
Mi mujer, con lágrimas de impotencia en los ojos, trata de superar el bloqueo, la sensación de impotencia que la invade. Supongo que es normal, es difícil comprender, de asimilar, lo que me sucede. Se esfuerza en animarme, como siempre lo ha hecho aún sin saber lo que me ocurre, aún sin saber cual de mis distintos yo, es el que está junto a ella. Son muchos años soportando mis cambios repentinos de ánimo, mis depresiones, mis angustias, mis ansiedades, mi estrés; pero ella se sigue entregando en cuerpo y alma, y le debo agradecer su dedicación porque tenerme a su lado es para perder la cabeza. Debo decirle que la amo antes de que, en un rato o mañana o pasado, se me entumezca el poco cerebro que me queda y pueda perderla.
Mañana voy a visitar a otro especialista, esta vez no es un psicólogo, es un psiquiatra. Otra vez a contarle mi vida a un desconocido, a hacerle entender que mi vida pasa, en tan sólo diez minutos, de ser una fiesta a convertirse en un infierno. Una vez más, explicar qué puedo ser ingenuo, divertido, muermo, agresivo, dulce, manipulador, dócil, encantador, cínico, sincero en extremo, mentiroso compulsivo, frío, ardiente, compasivo, intransigente, precavido, osado, hiperactivo, ataráxico… tantas cosas y todo al mismo tiempo.
Más páginas, más capítulos, para la biografía, no escrita, de alguien que se parece a mi, pero sólo en el hisorial médico.
Siempre he sido quien has querido que sea y seguiré siendo lo que te haga feliz mientras quieras estar conmigo. No te sorprendas al saber que tú puedes tener una idea acerca de mi personalidad y, los demás, una distinta por completo. Todos tenéis razón.
11 de enero
Es de noche, de madrugada, todos duermen. Yo no. No puedo dormir. Me duele la cabeza, el insomnio ha vuelto. Necesito relajarme. Diazepam, Dobupal, Milzone, a ver si tengo suerte y descanso.
12 de enero
He encendido el último cigarrillo del paquete que abrí a las nueve y aún no son las doce de la mañana, creo que hoy superaré otra vez los tres paquetes. Sí, retomé el hábito de fumar hace algunas semanas para rellenar el vacío y la angustia de la soledad. Absurdo. Pues sí, pero ¿qué más dá?
El psiquiatra, en la visita de ayer, me ha diagnosticado transtorno límite de personalidad. Un transtorno mental, estoy al límite, al filo del precipicio, pero el psiquiatra que me examinó, no me indicó cual es la personalidad, de todas las que habitan en mi cabeza, la que sufre esto. Según el experto lo padecemos aquellos que, por mil obstáculos e interferencias en su desarrollo infantil, no han podido crecer y sentirse adecuadamente seguras del mundo y de sí mismas.
Ya no me apetece buscar culpables; no quiero mártires, ni victimas para justificar mi realidad, que al fin desnudo y no volveré a disfrazar. No debo juzgar, tengo que practicar para tolerar el malestar, aplicar habilidades emocionales, fomentar la confianza, todo un compendio de buenísima teoría que ha funcionado en un montón de casos iguales alrededor del mundo, pero que conmigo se dará la excepción que confirme la regla.
Porque pasa el tiempo y voy marcha atrás, como los cangrejos. Porque oigo esas voces que me repiten, una y otra vez, que haga cosas que son contradictorias a lo que deseo hacer. Porque sé que estoy defraudando a todo el mundo y cuando prometo no hacerlo más, incumplo siempre mi palabra. Necesito vaciarme de mí mismo antes de que el tiempo se agote, antes de que devore mi propio corazón desde aquí, desde detrás del espejo donde todos me ven, me analizan, me juzgan y yo no puedo reflejarme.
Cada vez estoy más dentro de mí y menos fuera. Antes me asustaba, ya no, ya sé que soy un trastornado. Mierda.
13 de enero
Hay gente a mi alrededor que piensa que lo mío es cuento. Hasta el doctor se extrañó de mi situación. Soy un caso excepcional, dentro de la gravedad del tema, porque llevo una vida normal: tengo mi trabajo, mujer e hija, mi piso, amigos,…
A mí no me quedan fuerzas para explicar que me falta la otra parte de mí, me falta el tiempo para encontrarme, me falta todo el amor que recibo y se queda vagando en la memoria del olvido.
14 de enero
Lo siento, lo siento, lo siento,… mil y una veces repitiendo lo mismo. Llevo todo el día sangrándo lágrimas inútiles porque no podré reparar el daño que hago.
Cuando pienso que ya nada tiene sentido y cuando ya no puedo más con ese malestar que me ahoga por dentro, me resulta agradable dañarme, no noto dolor.
15 de enero
A veces dudo de que mi existencia sea real. Me pregunto si soy de verdad o soy parte de un sueño, o de una película de la que, ni tan siquiera, soy el protagonista.
Nadie sabe lo que es esto. Nadie, nadie hace nada por saberlo, pero algo te puedo asegurar, nadie sufre más que yo.
Desde aquí, desde la azotea, contemplo las mejores vistas de la ciudad, se ven las ventanas iluminadas. Detrás de ellas hay vidas. Una vida por ventana y un problema por cada luz.
Me gustaría ser un pájaro, abrir las alas y surcar el cielo. Tal vez pueda volar, o tal vez no, y entonces… desaparecería de este mundo para irme a habitar eternamente en el universo de los sueños. ¿Cuántos pasos podré dar antes de cruzar el límite del precipicio?
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