- Estuve pensando en nuestra profesión.
- ¿En cuál de ellas? Porque yo ya tengo como cinco, y la plata alcanza cada vez menos.
- Me refiero al oficio de escribir, por supuesto, los demás son sólo trabajos sin trascendencia.
- ¡¡¡Aaahhh !!!
- Estoy hablando en serio.
- Como siempre, bien serio…. ¿Y qué es lo que pensaste ?
- Pensaba en esa posibilidad de crear mundos que tenemos, en ese momento sublime cuando decidimos el destino de nuestros personajes, que somos como dioses.
- O sea, que somos unos controladores de mierda querés decir.
- Con vos no se puede
- ¿No? ¿y por qué no me metés en un cuento entonces?, a lo mejor así podés.
- Ni lo sueñes.
- ¿Qué? ¿no soy digno de tu pluma?.
- Así es, no valés la pena ni el esfuerzo
- Gracias, yo también te quiero. Pero acordate lo que te digo, algún día te vas a hacer famoso conmigo.
- Antes me muero de hambre.
- Bueno, entonces no falta mucho…
- ¿Te das cuenta de lo que hacés?, ¿cómo voy a triunfar al lado de un tipo como vos?
- ¿Y quién te manda quedarte conmigo?
- ¡ Que más quisiera yo que no volver a verte !…. ¡ Pero sabés que no puedo, no puedo!…
- Ya te dije, poneme en un cuento y ahí podés aniquilarme a gusto. “Ser como dios” ¿no es eso lo que querías?.
Tiempo después, los titulares anunciaban la tragedia: El joven escritor Mariano Fenández-Fernández, quien había alcanzado recientemente la fama con su novela autobiográfica, murió misteriosamente. La policía estaba investigando unos manuscritos originales del propio Fernández-Fernández que fueron encontrados sobre su mesa de trabajo.
Fue muy grande la sorpresa cuando un periodista, violando el secreto del sumario, logró publicar algunas fotos del manuscrito en cuestión. Se trataba de un nuevo final para la exitosa novela, un final donde el protagonista lograba superar su esquizofrenia. En el ultimo párrafo, escrito con mano temblorosa, podia leerse : “Sólo entonces, las voces que lo habían perseguido durante toda su vida, callaron para siempre…”
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