Yo estaba diciendo mis poesías,
aburridas,
votando espuma por la boca.
Y tu te tirabas a los autos,
como si fueran burbujas,
plátanos orientales.
No se si teníamos mas mugre en el corazón o en las orejas.
Pero siempre me tiraban las orejas,
y me portaba mal,
y me tiraban las orejas.
Y ya ni siquiera me portaba mal,
porque quizá ya casi no tenia orejas,
o las tenia rojas como tomate,
o como las malas juntas,
como vieja peladora,
como callampas secas en Laguna Verde.
Que ya no es tan verde ni tan laguna,
ni tan tierra fértil al final de Las Indias.
Nada, no somos nada,
como la Poya Records,
como en las tocatas punkis,
que éramos como perros,
vagabundos,
mal alimentados,
drogados con lo que se nos cruzara,
drogados como perros cruzados,
pegados.
Eramos feos,
hediondos a ciudad podrida.
Pero nos dábamos besos con lengua igual.
Con lenguas y frenillos de quince años,
con guaguas y terremotos,
con rejas votadas y sitios eriazos.
Jugábamos a los grandes pero los matábamos a todos,
con pistolas de anfetaminas.
Dedos amarillos, uñas negras.
Lenguas con cuchillos
en el Muelle Varón o en el Parque de los Reyes.
Con pelos de jugo yupy parados con jalea.
Pero igual sabíamos mal,
a tierra cochina.
Entonces igual éramos punkis,
como callampas secas o mojadas.
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