No son tus ojos, sabes que nunca te han mentido. Te dicen lo que hay, ni más ni menos, eres tú el que disecciona y manipula.

No son tus ojos. Aunque al principio rechazan tu mirada, acaban perdonándote. Porque tus ojos no juzgan, aunque tienen sus reparos. Pero al final perdonan.

No son tus ojos. Te acogen pero también te avisan. Te advierten: no nos estás buscando a nosotros. Saben qué buscas y fugazmente te hacen una indicación. No sabes si agradecérselo o maldecirlos. Pero ellos son así, nunca mienten.

Son tus labios. O los que eran tus labios. Intentaron robar y fueron cazados en el intento. Quieres que vuelvan, pero ya es imposible. Ya no te pertenecen aunque seguirán abasteciéndose de tu sangre. O de la que será tu sangre hasta dentro de nada. Porque han conquistado tus labios pero es sólo el principio. Tu tiempo está contado.

Y esto lo ves con tus ojos, a los cuales se les agotará la objetividad. Porque tarde o temprano, también sucumbirán. Y entonces…











Texto creado por mi buen amigo Antonio Ruzafa. Merece ser leído. Una verdadera joya.