Bajo una vacía taza de un café negro, amargo, y al lado de una insignificante propina ella encontró un papel casi ilegible del cual pudo entender un te quiero… Trató de seguirlo pero él no estaba, había muerto…
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La orden parecía usual, un café negro, sin azúcar, bien cargado, qué era lo que le podía sorprender entonces, pensó. Ella dio unos pasos tomó el café y lo llevó tranquila pero de prisa y con curiosidad a la mesa 7, donde casualmente no había nadie, solo el rastro de una presencia extraña, como si él se hubiera levantado, confirmado por los libros que en la mesa estaban. Podría estar en el baño, pensó, o quizá sólo ha muerto, bromeó para sí misma.
Su curiosidad aumentaba, ella que siempre fue despistada para estas cosas de suposiciones hoy sentía algo. No podía dejar de ver esa mesa ausente, dónde estará, pensaba.
Preferiría no haber llegado ese día, con tantos problemas y la lluvia tenue, todo era buena excusa para ausentarse ese día, pero ahí estaba, sola con su curiosidad, quién es él. Son tantos clientes al día, por qué ha de interesarme uno que no he visto aún, pensaba.
No podía apartar la vista de la mesa ausente y un viejo reloj casi en ruinas indicaba las cinco, ella debía marcharse, su trabajo había terminado, pero por alguna razón ella no quería marcharse del viejo local húmedo y sombrío donde hacía siete años servía café.
Fue tal su sorpresa al darse cuenta que la mesa siete ya había cancelado su pedido, y ella a toda prisa pero lentamente y con una sorpresa y confusión se preguntó, se ha ido, dónde está, no he visto salir a nadie. Probablemente era el estrés de las horas extra, no importa lo que fuere ella avanzó a la mesa, con la excusa de limpiar, quién es mi amante ausente, se preguntaba, con una determinación envidiable.
No vio nada, excepto…
Bajo una vacía taza de un café negro, amargo, y al lado de una insignificante propina ella encontró un papel casi ilegible del cual pudo entender un te quiero… Trató de seguirlo pero él no estaba, había muerto… Todo el tiempo lo estuvo.
…ella se sentó y lloró…
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