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Eugenio Delpaso es uno de esos hombres que no tiene fronteras, es por ello que hacía tiempo estudiaba la manera de apropiarse de ese dinero que sabía era transportado con periódica frecuencia desde el banco hasta una oficina cercana a su casa por aquel grueso italiano de tez juvenil y andar decidido, Delpaso lo había planificado todo con frialdad, sabía de la rutinaria costumbre del italiano de estacionar su camioneta en sentido descendente, en dirección a la transitada avenida principal, el hombre en cuestión debía caminar unos 50 metros antes de entrar al edificio por un concurrido boulevard que daba un extraño sentido de seguridad a todo el que lo transitaba, Delpaso tenía aproximadamente 10 minutos para ejecutar la acción, y ese parecía ser el día ideal, su cómplice, un cajero del banco le había llamado a su celular dando la información convenida, el monto exacto retirado por el italiano y el tipo de bolso en que lo había camuflado, no había margen de error, todo estaba servido.
La noche anterior Eugenio había entrado en la casucha de un conocido delincuente de la parte oeste de la ciudad apodado el Tata, apoyado por un par de amigos le dio una buena dosis de golpes y patadas antes de requerir un arma de fuego en calidad de préstamo, el maleante había argumentado que en esos días el estaba “sano”, que no quería problemas y que no tenía armas en su poder, a lo que Eugenio respondió con otra persuasiva dosis de buenas patadas y el chasquido que deja oír una pistola P 40 al ser armada en la sien de un mortal, eso fue suficiente, el delincuente mostró el sitio donde ocultaba un viejo revolver Colt 38 que inmediatamente fue tomado por Eugenio, quien como compensación arrojó una buena porción de crack a los pies del maltrecho maleante.
El Tata, había sido un niño de la calle, sin dolientes conocidos, sin pasado ni futuro, ahora con 23 años a cuestas parecía tener 43, y era peligroso, porque no había aprendido otro medio de ganarse la vida sino arrebatando lo que necesitaba, aun a fuerza de balazos, últimamente había conocido el paraíso al que solía viajar en brazos del crack, y cuando este le faltaba se convertía el Tata en un peligroso depredador, pero ahora, en este momento y por unos días estaría tranquilo, había recibido un regalo celestial y pensaba aprovecharlo al máximo.
El italiano bajaba de la camioneta, caminaba mucha gente por el boulevard, quizás demasiada pensó Eugenio, que vistiendo una gruesa chaqueta de cuero que ocultaba muy bien un chaleco antibalas, una gorra de béisbol calada hasta las orejas, y unos definitivamente elegantes pero exageradamente grandes anteojos de fina marca que ocultaban bien sus rasgos indígenas se le acercó, el italiano le vio y pareció leer en la mente de Eugenio sus intenciones, trato de desenfundar un arma a lo que Delpaso respondió con inusitada agilidad desenfundando el viejo Colt y asestando un certero disparo en la cabeza del italiano, quedó Eugenio sorprendido momentáneamente por lo que había hecho, pero reponiéndose de inmediato comenzó a gritar – balazo, balazo – mientras arrebataba el elegante bolso al moribundo y comenzaba a correr en el sentido de la riada humana, el pavor colectivo fue su mejor aliado, y desapareció Eugenio entre la gente que huía despavorida.
Dos horas más tarde Eugenio acompañado por uno de los hombres que le había ayudado a “ablandar” al Tata la noche anterior llegaba hasta la casa de este y le devolvía el revolver, le regalaba una interesante porción del dinero robado, la gorra, los lentes y la chaqueta, el maleante visiblemente dopado por una abundante ración de crack le agradeció, y le dijo:
- estamos a la orden mi jefe- y viendo al acompañante de Eugenio en medio de su locura narcótica le dijo, -yo te conozco, tu trabajas en el banco donde yo “lavo” carros- los hombres le vieron con desprecio y abandonaron la miserable casucha sabiendo que lavar carros quería decir robar estereos y cualquier otra cosa dejada a bordo de los vehículos por los incautos.
Aquella misma noche, en un operativo policial la casa del Tata era allanada, sin dar tiempo a nada este fue ultimado de aproximadamente unos veinte balazos, la casa totalmente requisada, dinero, prendas de vestir y una bolsa de crack eran decomisados así como un viejo Colt 38, días después las pruebas de balística arrojaban un resultado positivo, la declaración de los testigos y un delincuente muerto fueron suficiente y el caso del asesinato del italiano fue cerrado judicialmente, una botella de fino güisqui y un hermoso bolígrafo esperaban en el escritorio del excelente policía que había comandado aquella operación, y una tarjeta con la siguiente inscripción:
“felicitaciones al policía de la semana.- Eugenio Delpaso”.

Texto agregado el 17-01-2007, y leído por 104 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-01-2007 Pues a mi me gustó... churruka
 
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