Dice un proverbio budista: “El que maltrata un animal tiene el corazón deshecho”.

Él tenía un perro, un loro, una gata, dos tortugas, tres peces. Comenzaré por la historia de los peces.

Al señor Francisco le entró un apretón, se dirigió con prisas, como de costumbre, hacía el aseo en su lujoso domicilio. Nada más entrar, los infrarrojos detectaron su presencia y un flash de luces de colores acondicionó la espaciosa estancia, con un ambiente azulado combinado con unos neones rojos “testarosa” que dieron protagonismo a los espejos de cristal de cuarzo.

Los cuales reflejaban un mármol beige turco. El adinerado, con apuro, se dirigió a su lujoso pero intimo aposento de cerámica.

El depósito de la cisterna, transparente como un gin-tonic, albergaba algo más que agua: Algas de plástico reciclable, un buzo escupiendo burbujas y tres peces de colores vivos y dispares. El apoderado desahogó su incomodidad sin prisas mientras el hilo musical incitaba a relajar todos los músculos, propiciando un fácil trance.

Tras tan aparatosa caída, la del deshecho, apretó un fluorescente botón y el agua vital de los ya citados inquilinos de colores se extinguió ayudando así a que los residuos se perdiesen en el subterráneo.

Segundos antes de que la vida de estos habitantes se extinguiera, el nivel del líquido alcanzó una altura racional para una nueva evacuación. Alargando así la vida de estas sufridas mascotas.

Sobre el perro, un loro, la gata, dos tortugas…


Bueno, esa es otra historia.