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La delantera
Como era posible que trataran tan mal a la pobre Cristal, que no comprendieran su intenso sufrimiento y desventura. ¿Por que Señor?, tantas desgracias juntas: recién había salido de una delicada operación para devolverle la vista, y ahora la fatal caída: la malvada Casandra la había empujado por las escaleras. La inocente criatura ahora estaba condenada a una silla de ruedas, quien sabe por cuanto tiempo. Por suerte Alejandro la amaba con locura y seguramente la rescataría de aquel infierno, pero Cristal no lo sabía.
Rosario suspiró indignada. Odiaba a muerte a aquella bruja malvada: Casandra pretendía quedarse con la herencia y con Alejandro. Pero ella sabía la verdad. Tarde o temprano lo contaría todo. Si pudiera armarse de valor ahora mismo, y aprovechar que estaban todos reunidos en el comedor para desenmascar a Casandra y contarles que Cristal era su hermana legítima.
¡Que Desgracia! Los malditos comerciales siempre se interponían entre sus buenas intenciones.
Aprovechando el lapsus Rosario fue por su pastelillo de crema, no sin antes advertir a su marido adormitado --cuidadito con cambiar de canal--. Por si acaso llevó consigo el control remoto. Al cerrar el refrigerador Rosario tomó una decisión. No soportaba tantas dudas. Por que seguir martirizándose así?. Por la mañana llamaría a su hermana en Nueva York, --"Si no fuera por la diferencia horaria la llamaría ahora mismo. Por los capítulos que nos llevan de ventaja a estas horas la Tere ya debe saber toda la verdad"--.
Rosario gruñó disgustada y dejo caer su abundante masa sobre el sofá:
--”Señor, hasta en eso los gringuitos nos llevan la delantera”--
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Texto agregado el 16-01-2007, y leído por 373
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