Quiero contar al mundo lo que he vivido,
Con descaro decirle que nunca seré suya,
Viejo mal oliente me espetaste: “puta”
Y sermoneabas, maldito culo desabrido.
Con tu ingenio me tendiste mil trampas,
Cuántas veces tuve la razón, la retocabas;
Así fuiste engendrando tus póstumos penates,
Negros y ateos como tú eres, transhumantes.
Febrilmente paría sangre mi abierta herida,
Y la grey hambrienta a mi pecho afligía.
Exhausta, por fin mi alma huyó del cuerpo,
Solas yo, mi instinto y sus recuerdos.
Me devolviste la vida un día y parí de nuevo,
en mi seno argento un hambre se jambaba,
Carecía de esa voracidad lunar, mi mastuerzo,
que otras vidas a mi seca herida abrumaban.
El viejo ha muerto lo siguieron sus engendros,
negros y gotosos todos se fueron al infierno,
yo libre, tan pronto volví a enyugar la cerviz,
y de nuevo iba a concebir, estoy segura,
al tiempo que el viejo diñaba la vermís.
Sí, yo soy la muchacha, aquella pequeña perra,
Que comió del plato agusanado de la mesa,
Nunca lloré, ni me desforce en huraños gestos,
menos me lo engullí con indolente esfuerzo,
A fin de cuentas al mundo poco le importa,
la presunción proverbial de esa muerta,
que es mi frágil y enferma osamenta,
finalmente serás tú, algún día... pienso:
y te veré de nuevo Vermiforme insecto,
y mi fanal será tuyo y de tus ancestros.
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