La Presidenta miró la punta de su pluma antes de firmar. “Sería una suerte que no tuviera tinta”. Miró de lado a lado, esperando que alguna eventualidad la detuviera. “Vendría como anillo al dedo un ataque terrorista”.

La Presidenta se inclinó sobre el papel blanco del decreto. Puso el dedo índice sobre la línea que decía su nombre. Una gota fría se contorneó por debajo de su traje de dos piezas.

Antes de imprimir su estampa, revisó el documento. Tres palabras del decreto quedaban dando vueltas en su mente: mar para Bolivia. Todas las otras letras comenzaron a temblar. Todo se volvió nauseabundo y luego oscuro. Su pulso se aceleró y sintió en su rostro la presión de los miles que espectaban el histórico momento…

Aquella mañana, Michelle llegó a su oficina con una gran sonrisa. Todo había sido un extraño sueño.




© Derechos reservados.