El rumor del viento persigue a las almas,
tapadas escapan de la tierra prometida,
precavidas de llevarse con ellas lo prohibido,
revisan entre sus hijos a los más encendidos.
No hay lugar para esos lindos mozos-
gritan las aguas desgreñando los abrojos.
Vuelven todas juntas sus cabezas gimiendo,
pero olvidan crueles cuando tose el cencerro,
Ahora están lejos, más todavía que el universo,
en ocasiones, inexplicablemente, quieren volver,
y se ríen pécoras y desmueladas de su estultez,
otras veces ellas quisieran llegar a ser,
y componen lozanos gestos a su estrechez.
Ha vuelto el negro eúnuco parado de manos,
y este juego de vodevil comienza a encender
brillan los cuartos con los hombros pintados
una serenata de chanson augura el tropel.
Llegan de todos lados sombras inertes,
de la nada surgen envueltas en pellizas,
devuelven a este lugar su amable suerte,
unas veces por cuartos, otras por quintas.
Un buen mozo acaba de insinuarse,
Las almas juntas van a su encuentro,
y juntas también esperan el encierro.
Ha sonado el rumor hueco del cencerro.
Alguien salió del lugar esta noche,
no fue el joven, tampoco el alma,
pero alguien escapó deste derroche,
de dolor y conciencia arrebatada.