Acuchillada en un rincón de la habitación del motel, lo único que rompía el silencio era la llegada de su muerte.
El ruido del despertador sobresaltó el cuerpo de Ana, y tardó unos minutos en darse cuenta que no era otro sueño. Se frotó los ojos y miró el reloj. – ¡A levantarse!- , pensó mientras se dirigía a la ducha. Abrió el grifo y buscó con su mano la temperatura perfecta para su cuerpo. Mientras el agua refrescaba sus pensamientos su cuerpo se estremeció al sentir de nuevo la llegada aterradora de la muerte. No volvería a pensar en el sueño de esa noche pero llevaba soñando lo mismo hacía un mes, y sabía que le resultaría difícil. Aún recordaba la escena en aquél restaurante, los días pasados, cuando comentaba a un grupo de amigos su sueño repetitivo. Unos se posicionaron de manera escéptica, y otros simplemente expresaron miradas asombro.
- No es muy normal que tenga el mismo sueño durante tanto tiempo...
- Ana, estás muy estresada últimamente –comentaba Diana- sería bueno que cogieras unos días de descanso...
- Sí –confirmó Paula- creo que es lo más conveniente. Cuando un sueño se repite tantas veces, es indicio de cansancio nena.
- El cansancio no tiene nada que ver con esto –mirando a Pablo-.- ¿No dices nada?
- ¿Qué quieres que diga?, –frente a ella- no sé que decir. No puedo decirte nada en este momento. Puedo hacerme a la idea de cómo te sientes, pero creo que te obsesionas demasiado con todo.
- Ahora es obsesión –ofuscada-, creéis que estoy loca, ¿no es cierto? Me he preguntado lo mismo muchas veces, y todas las mañanas al despertar...
Cerró el grifo y salió de la ducha. -¡Tonterías! – pensó. Corrió a la habitación y comenzó a vestirse. Apagó la radio cuando el interlocutor informaba con las primeras noticias del día, y cerró la puerta. Mientras bajaba las escaleras pensó que aún iba con tiempo para desayunar en la cafetería con Pablo, y buscó su móvil en el bolso. Salió a la calle, y regaló su mirada con una mañana primaveral que antojaba fresca y alegre. Mientras marcaba el número de Pablo saludó cortésmente al vecino que bajaba detrás de ella. Cuando hubo pasado, Ana se quedó inmóvil alimentándose del olor que marcaba el camino hacia él. Aquél hombre ostentaría un cargo importante, pero la higiene carecía de importancia en su vida –pensó-.
Consiguió localizar el número de Pablo y pulsó la tecla de llamar. Comenzó a caminar cuando escuchó su voz.
- Buenos días –bostezando- madrugadora, ¿has visto la hora que es?
- Buenos días -observando a su vecino como subía al coche-, la hora exacta para desayunar churros calentitos.
- Uff... –silencio-.
- Pablo, ¿estás ahí?
En esos instantes un tremendo estallido elevó su cuerpo mientras sentía como se incrustaban objetos cortantes a lo largo de él. No tuvo noción del tiempo porque todo ocurrió en décimas de segundo. Una explosión, la presión en los oídos, sentir que volaba mientras su cuerpo era despedazado a trocitos...
¿Qué hacía en esa habitación de motel? Lo último que recordaba era la contestación de Pablo
- Sí, pesada. Ahora bajo.
Y su sueño...
|