Un Día de Pesca
Más de una semana llevaba preparando el viaje. Deseaba la soledad, esperaba ser sólo él y la naturaleza durante dos días. Su carpa, sus artículos de pesca, su fogata, su noche, su lago, todo sería perfecto.
Antes del amanecer ya se encontraba sentado frente al volante, conduciendo relajadamente hacia el lago. Junto al muelle lo esperaba su sitio favorito, reservado sólo para él.
- ¿Cuántas personas lo acompañan?
- Nadie, sólo soy yo esta vez.
- Perfecto, veremos que nadie lo moleste durante su estadía. ¡Que disfrute de la pesca!
Instaló su carpa, preparó un café que lo alentara a enfrentar el frío y la niebla matinal, y se dirigió al muelle. Se acomodó sobre un pequeño banco metálico y lanzó el anzuelo apuntando hacia el centro del lago. Disfrutó intensamente esa espera y casi se disgustó cuando el primer pez agitó la línea y lo obligó a reaccionar maquinalmente. Era un ejemplar pequeño, que casi no le dio pelea. Liberó al pequeño pez y lanzó nuevamente el anzuelo, lamentando la interrupción.
Otra agradable espera, mientras se rendía a los embates del sueño y de las reflexiones. ¿Por qué deseaba tanto este viaje? Era un escape, ¿pero de qué? De su trabajo, de su familia, de sus amigos, de la ciudad, ¿y de él mismo? ¡Maldición! Ya casi ni se reconocía a sí mismo. ¡Era todo lo que alguna vez, muchos años antes, había jurado que nunca sería! ¿Cómo había llegado hasta ese punto? El sistema. Es imposible luchar contra el sistema, una vez que se cae en sus redes, la corriente simplemente arrastra a los incautos, y es imposible no ceder ante sus tentaciones y promesas.
Mientras se lamentaba por su recién descubierta situación, comenzó a escuchar una música suave, pero con un ritmo marcado, un ritmo sin percusiones, sólo con variaciones en la melodía, un ritmo de altos y bajos, en un juego armónico de acordes nunca antes escuchados, formados desde una escala mágica y desconocida para el resto de los mortales. Sus ojos estaban cerrados hacía un buen rato, pero su mente se negaba a ceder al sueño, había una desconfianza en esa música, no se dejaría dominar. Luchó hasta el máximo de sus capacidades y finalmente logró despejar su mente, sacudió bruscamente su cabeza y abrió los ojos.
Descubrió que ya era cerca del medio día, miró hacia el lago buscando el punto en que la línea se perdía en el agua, pero lo que vio lo asombró tanto que cayó del pequeño banco en el que dormitaba. Una mujer que rápidamente se sumergía en el lago, eso es lo que le pareció ver. Se restregó fuertemente los ojos y se dirigió a la carpa en donde se preparó un nuevo café, esta vez el doble de cargado y sin azúcar. A los pocos minutos ya estaba riéndose de las visiones que había tenido hacía sólo un momento, mientras se sentaba en su banco a esperar por un pez que valiera la pena.
La música comenzó nuevamente a atacar su cordura. La lucha fue mucho más intensa que la primera vez, se sentía atrapado y arrastrado hacia algún lugar, hacia abajo. Estuvo a segundos de ceder, de dejarse llevar, sólo sus últimas fuerzas, obtenidas desde alguna insospechada reserva de su conciencia, le permitieron escapar. Se obligó a no escuchar y lo consiguió. Abrió los ojos y esta vez la vio claramente, sumergida en el lago, a unos pocos metros del muelle, mirándolo y cantándole. Era ella, era una sirena del lago quien estaba intentando atraerlo hacia algún desconocido lugar en las profundidades.
Muy asustado se dirigió hacia su carpa, entró en ella y se sentó en un rincón en el suelo, ocultando su cabeza entre las rodillas. Varios minutos estuvo en esta posición intentando comprender qué le había ocurrido. Trataba inútilmente de recordar algo acerca de la mitología de las sirenas, pero todo intento era en vano. Nunca había creído en nada sobrenatural, todos esos temas eran totalmente ajenos a sus conocimientos e intereses.
Rápidamente empacó sus cosas y se encaminó de vuelta a su horrible pero conocida ciudad. Mientras conducía y la distancia comenzaba a separarlo del lago, sus miedos iban extinguiéndose, transformándose en incertidumbre, en sorpresa y en curiosidad. Algo había ocurrido en su interior, él no lo sabía, pero desde ese día su vida ya no sería la misma.
En la seguridad de su hogar, ya recostado en su cálida cama, continuó con sus reflexiones. ¿Por qué debía conformarse con la idea que no se podía luchar contra el sistema? ¿Por qué debía olvidarse de sus ideales de juventud y sólo dejarse arrastrar por la corriente? Buscó en su interior y encontró una luz, una fuerza que no conocía. Sintió y se creyó capaz de enfrentar al sistema, más aún, de aprovecharse del sistema. Una vez que no se le teme al monstruo, es posible estudiarlo, analizarlo, encontrar puntos débiles en él y atacarlo directamente en esos puntos. Ahora lo veía claramente, todos sus miedos se extinguieron y se preparó para despertar al día siguiente a una nueva vida.
Su primera acción concreta fue renunciar a su empleo de ejecutivo bancario. Dedicó los siguientes años a intentar recrear los sonidos que casi lo arrastran hacia lo desconocido, desenterró sus sueños juveniles y se hizo músico. Su éxito fue casi inmediato, sabía exactamente el efecto que deseaba provocar en la gente con su música. Conocía la mágica escala musical de las sirenas y sus acordes, sabía que la gente lo compraría, lo buscaría y le pediría más. Podía aprovecharse del sistema, bastaba sólo acercarse a lo que había escuchado una vez, eso era suficiente para atraer a la gente común hacia su música, la que era hipnotizante y adictiva.
Gracias a la fama y al dinero que consiguió apoyó campañas humanitarias, apoyó a las artes y siempre luchó por desenmascarar al sistema, por hacer que la gente se diera cuenta que estaban siendo arrastrados por la corriente, por despertar a los aletargados consumidores, abofetearlos para que reaccionaran, no para colocarlos en contra del sistema, sino que para colocarlos a favor de sus propios deseos e ilusiones.
Muchos años transcurrieron hasta que se decidió a visitar nuevamente el lago y el que una vez fue su sitio preferido de pesca. Repitió la rutina de su anterior viaje, esperando que la sirena apareciera nuevamente y así enfrentar sus miedos y cerrar el círculo. Mientras esperaba sentado en su banco metálico que picara algún pez o apareciera una bella mujer en el lago, comenzó una vez más a reflexionar. “Gracias a su música, una sirena me despertó, me sacó de la corriente y me inspiró a despertar a otros. Gracias a mi música muchos otros han despertado, han podido encauzarse en sus sueños, escapando a las redes del sistema que los absorbía”.
En ese momento todo se le hizo claro y natural. Mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, comprendió por fin por qué siempre se había sentido diferente al resto, incluso durante los años en que se dejó arrastrar por la corriente. Se levanto de su asiento, se desvistió y se lanzó hacia el fondo del lago a disfrutar del resto de su vida junto a sus hermanas.
Jota |