La Llamada Telefónica
- Romero y Compañía, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?
- ¿Hola Andrés, cómo estás?
- Muy bien, gracias. ¿Con quién tengo el placer de hablar?
- No me mientas Andrés, tú sabes que no estás muy bien.
- ¡Marcelo!, ¿eres tú verdad? ¿qué broma quieres jugarme ahora?
- No soy Marcelo. Dime ¿qué te tiene tan mal?
- ¡Oiga! ¡Por favor identifíquese ahora o le voy a colgar!
- Si lo hago igual me vas a colgar. ¿Me prometes que si te digo mi nombre seguirás hablando conmigo?
- Claro que lo haré. Por favor apresúrese que no tengo todo el día.
- Uno de mis nombres es Yahveh, pero tú acostumbras llamarme Dios o Señor.
- ¡Me cansé de esta broma! ¡Hasta luego!
- ¿Tan fácil es para ti romper una promesa? Recuerda con quien hablas. Ya en tu niñez rompiste una promesa que me hiciste, ¿y ... recuerdas lo que sucedió? ¿recuerdas cuánto sufriste esa vez? ¿quieres repetirlo?
¿Qué había sucedido en su niñez? Había varios sufrimientos, caídas, golpes, la separación de sus padres, la muerte de su abuelo. Seguramente había prometido algo y no lo había cumplido. Un escalofrío sacudió la espalda de Andrés, quien se quedó en silencio durante un largo minuto.
- Está bien Andrés, veo que me comienzas a reconocer. Ahora por favor dime, ¿qué te tiene tan preocupado? ¿Acaso no te sientes bien?
- ¡No sé qué creer!
- Haz lo que has hecho toda tu vida: sigue tus sentimientos.
- Está bien, supongamos por un momento que eres Dios. ¿Qué deseas de mí?
- Ya te lo he preguntado varias veces, sólo deseo saber qué te acongoja. No te veo ni te siento muy bien. ¿Algún problema físico?
- Si eres Dios, eso de seguro ya lo sabes, entonces ¿para qué me lo preguntas?
- A veces es bueno decir las cosas, eso ayuda a desahogarte, a sentirte más aliviado.
- Está bien, tienes razón. Me detectaron un cáncer hace unos días, debo comenzar un largo tratamiento con resultados aún inciertos, y eso me tiene muy triste y alterado.
La comunicación se cortó repentinamente. Mientras Andrés colgaba el aparato sin salir de la sorpresa, pensaba que se sentía un poco más aliviado. No estaba seguro de lo que había sucedido, pero ahora al menos habían algunas esperanzas en su corazón.
Treinta minutos después volvió a sonar el aparato telefónico.
- Romero y Compañía, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?
- ¿Hablo con don Andrés R.?
- Si, con él.
- Lamento informarle que su solicitud de contrato de seguro de vida ha sido rechazada por considerársele a usted un sujeto de alto riesgo.
Jota |