Cuando logró levantarse se vió envuelta por una humareda nauseabunda,las piernas las sentía entumecidas pero igual pudo empujar un pedazo de mampostería que la dejaría llegar hasta lo que parecía ser una puerta. No era.
La sensación de vértigo , la vista nublada y ese olor pestilente que le arañaba la garganta y la ahogaba la hicieron retroceder, solo atinó a dar un paso atrás.

Un gemido la distrajo, se arrastró mirando al suelo, tratando de recordar las dimensiones de donde se encontraba antes de la pesadilla empezar, si es que de eso se trataba.
Sabía que no estaba sola , pero imposible percibir una figura humana en el medio de lo que ya alcanzaba a definir como el caos.

Si la lente de una cámara hubiera comenzado a retroceder en ese instante, en ese ambiente. ampliando el campo de visión de un voyeur ,a la James Stewart, brazos y piernas y torsos y manos seguramente iría descubriendo.
Pero la dominicana Margarita no, ella era parte del caos, de ese caos final al que definitivamente arribamos solos, completamente solos. En ese momento la segunda torre era penetrada.

9/04/2002