Resulta que, charlando con Marilú, mientras tomábamos mate, y hablando de las viejas fotos y de los chicos de otrora, adultos hoy, como nosotras, hablé de Héctor, mi vecinito, mi compañero de aventuras infantiles, mi interlocutor de largas charlas inocentes en las siestas calurosas de la niñez, bajo aquel frondoso sauce llorón, que quizá lloraba por nosotros, por la drástica separación que nos esperaba, pero eso es otra historia. Marilú, estalla en una amplia sonrisa de satisfacción, me cuenta que vive en el centro y que alquila la casa de los padres y que el alquiler lo administra una inmobiliaria donde ella trabajo; sería fácil conseguir su teléfono, me describe cómo es, qué fue de su vida. Inmediatamente surge mi interés, le pido por favor que me consiga el T.E. A lo cual me contesta convencida de que me lo conseguiría enseguida.
Fin de semana, paso lento de las horas inquietas por la ansiedad de ver cómo enfrento estos temas, qué voy a hacer, cómo; y parece mentira cómo a veces con una pequeña iniciativa se desencadenan los hechos, los hechos que van a desembocar en algo, estoy segura, porque al lunes a primera hora, salgo a caminar por mi barrio (Marilú vive a unas cuadras de mi casa), no como otros días, hacia cualquier rumbo, contando el tiempo y queriendo volver rápido a casa, no, esa mañana salgo derechito rumbo a la casa de Marilú, con la intención de verla…. La casa se ve muy cerrada, el auto no está… simplemente sigo de largo. A la mañana siguiente encaro el mismo recorrido, pero, esta vez hay movimiento, gente cortando el pasto, una mujer que sale a darle agua a los que trabajan, tímidamente me acerco y pregunto por Marilú, enseguida la voz de ella desde adentro me invita. Tuve que cambiar el discurso, lo planeado, estaba con compañía, imposible charlar sobre lo que me interesaba, igual me quedé, compartí un rato y al irme y recordarle que me consiga el TE de Héctor, me pide que la pase a buscar al día siguiente para caminar. Y así lo hice, un día, dos, tres; charlamos de todo, por supuesto siempre oculto el verdadero móvil de mi acercamiento, ella lo toma de modo tan natural que a veces me viene un poquito de culpa, voy a trazar mi plan sin comprometerla de ninguna manera.
El lunes debíamos volver a encontrarnos. Sin embargo, el domingo a la noche me llama para pedirme que me acerque a la casa de la madre por la mañana para caminar por “ese barrio”. Acepté encantadísima, Nos encontramos en una mañana de tiempo inestable, salimos a caminar las tres: Amita, Mari y yo. El tiempo amenaza lluvia, igual caminamos, fui redescubriendo lugares con la ayuda de mis compañeras.
Nombré a Don Pedro, era el segundo hombre de mi blanco; Ana me mira con aires de penas y comenta: “Ahhhhhh, Don Pedro, ya murió”
Bueno, ya murió, ya no está, llegué tarde para darle mi bendición, qué pena.
Cuando vuelvo a casa, camino por la calle frente al portón de Reinaldo, leo: “Chapa Y Pintura”, en realidad lo había visto la primera vez, solo que con la mente nublada apenas podía pensar, ahora estoy más segura de lo que busco, estoy más alerta, entonces miré, me detuve en la entrada, desde adentro me ven y alguien sale a atenderme.
Curiosamente, en mi imaginación, este momento habría de ser de una erupción de miles de sentimientos encontrados desde ira, temor, recuerdos, pero, no, nada, el mismísimo Reinaldo sale a mi encuentro, muy agradable pero irreconocible para mí, es una personita baja, más baja que yo, Yo lo recordaba alto y flaco, y obeso, apenas puede caminar, su andar lento me hace mucha gracia, en esto te has convertido, en poca cosa físicamente, veremos interiormente.
Saludo, me siento alta, mas bien altiva. Lo miro como por encima, con su estatura es muy fácil, pero digo que mi actitud es altanera, este es mi abusador, y aquí lo tengo, han pasado mas de 45 años y estamos frente a frente.
-Mire, tengo un Renault 19, tiene el frente, los guardabarros y los ópticos rotos, tengo que arreglarlo, Ud. ¿me podría hacer un presupuesto?
-Sí, lo que pasa que ahora no se lo puedo arreglar.
-¿No?
-Mi hijo, que es el chapista se va de vacaciones, recién volverá para marzo, si Ud. tuene apuro, no se lo vamos a poder hacer.
-Mire, yo no tengo apuro, el auto está así hace 5 años.
-Ah, bueno, tendría que traérmelo esta semana.
-¿No me puede decir mas o menos cuánto me saldría?- Y por dentro pienso feliz que no me reconoció.
-Y, no, porque hay que ver cómo está el cuadrante…… (etc)
-Bueno, se lo puedo traer.
-Sí, así lo ve mi hijo….
-¿Uds. Son los Reinaldos?- sonriendo, siempre con mi actitud recargada con una satisfacción original en mi.
-Sí- se ríe- y hay otro Reinaldo, ese esta haciendo otra cosa. (Ese es el bebe que fue testigo del abuso)
-Pero, a Ud, ¿quién le habló de nosotros?- No tiene la más mínima idea de quién soy.
-Nadie, lo que pasa que yo trabajo acá en el Santa Ana, y camino, vi el cartel.
-Ah!, mis nietos van al Santa Ana, son los melli
-Sí, he oído de ellos, ¿Cuál es el apellido?- Me dice el apellido, pero como soy de madera, enseguida me olvido-
-Son excelentes alumnos, nunca un aplazo, nunca ningún problema- Comenta orgulloso de su prole, y yo pienso, “¿Serán violadores los pequeños?”
-Bueno,- le digo- un día de estos le traigo el auto para que lo vea, buenos días.
Me embargo de emoción, y pienso que estoy viviendo una jugada del destino, o hay una fuerza externa que me va guiando, demasiado fácil hasta ahora.
Algunas nubes se cruzan en mi mente. Esta es gente muy perversa, ¿me harán pasar algún otro momento desagradable?, no importa, en su interior sabrán que lo que diga, será cierto, aunque lo nieguen, sabrán que es cierto, y eso es lo que yo necesito, que sepan que yo recuerdo, que yo sé quiénes son, que yo puedo hablar con sus nietos.
A los dos o tres días, volví con el auto, me atendieron Reinaldo y su hijo, miraron el auto, conversamos y le saqué el número de teléfono. Me fui con una tranquilidad pasmosa. Tengo la tentación de usar el TE para acosarlo, no estoy segura de cómo va a seguir esto.
Lo que más me anima es llamar a Pili, preguntarle cómo está y decirle que la quiero ver, no en su casa, en algún lugarcito para charlar tranquilas. Otra cosa que me gustaría es imprimir estos textos y hacérselos llegar por sus nietos, p. ej., pero en realidad quiero ver sus caras cuando sepan quién soy y que busco restaurar algo que quedó muy mal hace 45 años.
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