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Hoy tuve un gran día, disfrutare plenamente de este gran paso que di, de esta gran oportunidad que no dejé pasar para reconciliarme conmigo misma, para darme un mimo, para sentir que di mi testimonio de un hecho que me agobió durante años, que en su momento no pude hacerlo porque nadie me escuchó, y ahora los obligué a que me escuchen. Me sané de una vieja herida.
Tengo una imagen en mi mente de una nena, sumisa, apagada, reprimida y agobiada por una madre autoritaria, soy yo, y se acerca amorosamente una mujer madura, los años le han pasado muy rápido, pero trae un cúmulo de experiencias y de sabiduría, soy yo ahora, y con una gran sonrisa se acerca a la niña, la toma en sus brazos y la besa con un afecto especial. La mujer adulta le da estímulo a la niña, ahora la niña sabrá que se puede salir adelante, que la vida tiene sentido.

Esta mañana, me sentí preparada, hacía unos días que no sabía cómo enfrentar los hechos y que realmente si estaba decidida, lo debía hacer ya. El momento había llegado. Si se pasaba iba a quedar en un rincón del alma, olvidado y emanando putrefacción en mi vida, sosteniendo esa vieja actitud de dejar pasar las cosas, de no poder enfrentar las situaciones dramáticas de seguir sosteniendo la hipocresía y la mentira como formas de vida.
Estuve pensando mucho en los días pasados cómo abordar a los “reinaldos”, ja, se me cruzaron varias y disparatadas formas de acercamiento, ya había yo aparecido como una posible clienta en el taller de esta gente pidiendo presupuesto para reparar mi auto chocado. El primer día hice contacto con Reinaldo, estaba caminando, prometí volver con el auto… y así lo hice. En el segundo encuentro estuve con Reinaldo y su hijo menos, el chapista, vieron el auto, le saqué el número de teléfono para llamarlos por el presupuesto.
De eso pasaron unos cuantos días, allí fue cuándo estuve rumiando mis dificultades para enfrentar el tema, mis ansiedades, mis dudas. Yo, estuve madurando la idea de ser agraviada, de que no me crean, de provocar en ellos alguna clase de vendetta, de reacción agresiva…. Todo eso, me asustaba mucho. Por fin pensé, “y ¿qué?, obvio que van a querer desacreditarme, claro que no les va a caer nada bien una cosa así, seguro que van a gritar, chillar, defenderse a brazo partido.” También pensé: “no soy moneda de oro, para que le guste a todo el mundo”, “acepto el desafío”.
Entonces, todo debía ser sutil, bien pensado, yo tendría que tener una actitud bien conciliadora, tenía que llegar a ellos de manera agraciada. Y como siempre que puedo lo hago, lo enfrenté.
A primera hora de la mañana, me vino esa certeza de que hoy era el día, y pensé rápidamente una estrategia. Llamé por teléfono, pensando que cualquiera podía contestar. Sin embargo, contestó Pili, le dije que era una promotora de Mary Key, que me habían dado su teléfono para ofrecerle unos productos en oferta. Quiso saber algunas cosas de mí, como quién era, quién me había dado su número, preguntas que contesté esquivamente, con generalidades, sin precisar nada. En seguida hizo un gran discurso sobre su situación económica, sus problemas de salud y sus escasos recursos pro lo que no podía comprar nada, me despedí amigablemente diciéndole que la volvería a llamar para invitarla a alguna reunión sin compromiso de compra.
Después de cortar, me urgió ir hasta allá, y así lo hice. Llamé, estaba ansiosa, y me sacudía la adrenalina, había impreso una copia del capitulo: “Hablemos de sexo_episodio 1” y en el camino había sacado dos copias.
Me atendió el hijo chapista, le recordé quién era yo y me dio el presupuesto, me conversaba, no aparecía nadie más, entonces le comenté que yo conocía a su madre y que me gustaría verla.
La llamó. Y ahí estábamos frente a frente, me reconoció inmediatamente, cosa que echo por tierra todos mis planes, o sea, pensar rápido: opción B.
Me dijo que yo había sido como una hermanita para ella, que ella me cuidaba, se pasaba todo el tiempo conmigo, me llevaba a pasear y que había sido maravilloso. Se emocionó. De esta manera me puso en el rol consecuente de dejar pasar el momento, de que por pena no le diría nada. Pero, ella empezó a hablar del alejamiento. Entonces yo le dije que estaba escribiendo algo y que lo quería compartir, ahí nomás le entregué el sobre, y luego el otro diciéndole que era una copia para su marido. Hablamos sobre el tema sin mencionar los hechos. Surgieron muchos puntos interesantes que coincidían de alguna manera con mi relato, Según su versión, la culpable de todo había sido mi madre. Siempre había sentido celos de su relación con Reinaldo, y nos había manipulado a todos, incluso a mí. Piensa que ella me fue haciendo imaginar lo que había pasado. Le dejé bien en claro que no había sido así y que lo lamentaba mucho pero, que tenia que compartir eso con ellos.
Ni bien salió a la puerta, supe que ella siguió ignorante de todo lo que había pasado y que en ningún momento se había siquiera cuestionado si en realidad algo había pasado. Creyó ciegamente en su esposo, armó su vida en base a una creencia falsa. Sentí mucha pena por ella, se lo hice saber. Enseguida armó estrategias convenientes `para sostener su mentira. Me miró a los ojos y me dijo que creía que yo estaba buscando venganza. Yo le dije que solo quería pasar la pelota que había sostenido por 49 años ( hoy supe que los hechos habían ocurrido teniendo yo solo 6 añitos) y que era hora que alguien más la pudiera sostener. En ese momento apareció Reinaldo, parece que se preocupó de tanta charla, mas no sabía todavía quién era yo , Saludé lo más amablemente posible y me fui, me sentí recompensada, un alivio de haber dejado una carga pesada se apoderó de mí. Bastante conmocionada por todo lo descubierto y por haber logrado mi objetivo, no supe qué hacer. Fui a la casa de Anita, no estaba, el esposo me dijo que volvía enseguida. Me fui a la placita, me senté y releí el texto en su 3ª copia, que me había quedado, y supe que el relato era justo. Encontré muchas coincidencias entre lo que escribí y lo que hablamos con Pili. Me sentí verdaderamente tranquilizada. Volví a la casa de Anita, todavía no había llegado, volví caminando hasta casa, en el camino, qué espanto, por la vereda de enfrente venía caminando Reinaldo, me miró aterrado, enseguida volteó la mirada. Caminé radiante de alegría. Hacía mucho, mucho tiempo que no me sentía así.

Texto agregado el 14-01-2007, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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