Hace cinco años la casa llena de colores chillones y psicodélicos permitían que no llorara y desarrollara su imaginación. Estaba tan llena de estímulos que tuvimos en muchas ocasiones las esperanzas de que fuera un artista o una persona de un alto nivel intelectual. La luz y la alegría inundaban cada rincón de la casa, consumiéndose cada objeto formando un sin fin estridente de alegría. Soñaba, reía y cantaba; aprendió a caminar y hablar antes que cualquier otro niño; todo parecía ir perfecto, sólo había que seguir aguantando así. Y aunque sus mentes se volvieran hiperactivas ante el choque irreal de ambos mundos concretos, y ello provocara una descoordinación en sus emociones y sentimientos, todos éstos se disolvían, siempre podrían ser reprimidos ante la satisfacción de verlo a él, siempre a él, todo sólo por él.
La alegría estaría en todas partes donde fuera, y no serraría los ojos sin dejar de ver la luz y los colores. Había millones de cosas, y su actividad jamás pararía, ellos se asegurarían de que jamás pasaría tal cosa.
Cada día al despertar era algo nuevo, cada día era para despertar y reír, sólo reír. Un día, se despertó con las entrecortadas carcajaditas, casi sin poder reprimir de su madre, que estaba sentada a los píes de su cama, y que como siempre, reía estridentemente, sólo porque sí. Cuando hubo despertado del todo su madre simplemente se echó a reír, a carcajadas ahogadas, lo que a sus ojos le pareció un descanso. También empezó a reír, sin saber por qué, pero si su madre lo hacía, que más daba.
Se levantó y sólo por instinto, más bien costumbre, supo que había algo raro, pero no pudo saber que era, y no lo supo sólo hasta llegar a la sala de estar, en donde había un tremendo espejo. Y entonces se vio de cuerpo entero, y a la armonía y melódica del barroco, que se escuchaba día y noche para estimularlo, entendió: estaba vestido con unas ropas muy holgadas y de muchos colores, y tenía la cara entera pintada de blanco, los ojos y los labios destacados con muchos colores, y una gran pelota roja sobre la nariz. Unos segundos más y llegó su madre, y en ese momento con su infinita inocencia le pregunto:
- Y ahora, ¿qué soy mamá? –
- Eres un hermoso payasiiitooooooooooooo… le respondió, y con tanta energía que ambos se pusieron a saltar y a gritar, sólo porque sí.
Cuando fue al jardín infantil su rebosante alegría inundó todo el lugar, y siempre donde él estaba, todo era alegría. Así como su casa lo era, y allí había pasado hasta el momento toda su vida, se cargaba de la esencia de los colores y las risas y donde iba, siempre estaba impregnado de la alegría, y no era más que eso lo que trasmitía. De hecho, al ir creciendo, todo el mundo olvidaba sus problemas al estar a su lado.
Al ir creciendo siempre fue un chico muy activo, no ponía atención en las clases, y sin embargo cada ves que le preguntaban, con la intensión de llamarle la atención, él respondía con una exactitud, que incluso llegaba a responder cosas que no se habían dicho, pero que eran ciertas. No era sólo que aprendía con excesiva rapidez, y de hecho no era tanto por eso, era más por su capacidad de procesar y de deducir cosas que aparentemente siempre eran lógicas; lo único que parecía no ser lógico, era la capacidad de razonamiento que tenía.
Cuando iba en segundo básico lo tuvieron que remover a tercero; los profesores sencillamente no tenían nada que enseñarle, no sólo sabía sumar y restar con grandes números y respetando las reservas, sino que además entendía ( aunque aun todavía sólo en concepto ) lo que era multiplicar y dividir, aprendió a leer sólo, cuando quisieron enseñarle a tocar flauta interpretó una de las millones de melodías de Bach, a la que ya estaba por lo demás muy habituado, melodía que además al profesor le costó mucho reconocer, y lo hizo sólo asimilando los sonidos. Cuando lo hicieron pintar, en sólo tres clases lleno la hoja completa con una flor de millones de colores, y con pinceladas tan pequeñas, que parecía haber completado la hoja haciendo raya por raya con lápices de palo, sin poner ningún color repetido cerca del otro, sólo por raya por raya, muy y muy pequeñitas. Y no sólo usó los doce colores que tenía su caja de temperas, sino que también se fijo que los colores de sus compañeros eran distintos a los suyos, y casi trabajó con las temperas de todos sus compañeros, de no ser porque algunos tenían repetida la marca. Además de esto, se dedicó a hacer mezclas de colores, las que eran muy buenas, sacándole muchas tonalidades a cada color. De hecho estaba tan familiarizado con esto de los colores, que era capaz de distinguir las tonalidades de los coloridos muebles, sabiendo donde habían sido empezados a pintar y donde habían terminado. Su cuadro era tan colorido que mirarlo por más de un minuto seguido era para llegar sentir fiebre.
Ya de muy niño le digieron varias veces que no era igual a los otros niños, y cada ves que le decían esto, se largaba cada ves más a reír.
No era capaz de mantenerse ni quieto ni cayado, era capaz de escribir con una mano y con la otra hacer un dibujo. Hablaba tan rápido que si uno no le prestaba atención no le iba a poder entender y de todas maneras tenía una excelente dicción. Aun que siempre estaba acelerado nunca parecía cansado. Tenía tanta creatividad que cualquier cosa por muy pequeña que fuera era motivo de una tarde entera de risas. Y sin embargo el tiempo parecía no alcanzarle para tantas cosas que hacía.
Sus padres harían todo por él, y él no sabría jamás de problemas. Jamás conoció un rostro amargo, triste o cualquier cosa de esa naturaleza. Pero llegó el día en que lo conoció, y sin embargo no lo distinguió.
Hace tres días el evidente colapso llego. Cinco años de reprimir la amargura y el dolor, los recuerdos, la mascareta que ningún humano normal puede resistir, y todo por él, sólo por él.
Hace una semana que su padre había desaparecido, y las cosas no habían cambiado en nada, seguían las risas y la luz y los colores. Pero al cuarto día llegó en la noche, todo sucio, demacrada, borracho y quizás incluso drogado. Llegó golpeando a su mujer, insultándola y culpándola de todos los males de la vida. Por primera ves oía un grito de dolor, pero no lo supo distinguir. Sólo se quedó hay parado observando todo.
Su padre la golpeaba insistentemente, la tiraba al suelo y del cuello la volvía a levantar, la azotaba contra la muralla y contra los muebles, cuando entre la golpiza, la mujer alcanzó un payaso metálico, y se lo estrello en el rostro. En varios puntos del muro estaba marcado el cuerpo de la mujer, pero en eses instante, la muralla se marcó con la sangre. El hombre corrió aturdido y gritando, saliendo de la sala y entrando a una de las alcobas. Ante los ojos del niño, la mancha de sangre era algo nuevo, algo motivo de alegría, igual que todos los días había algo nuevo y lindo en sus vidas.
La mujer se arrastró con algo de esfuerzo hacía el niño y le dijo que corriera, le dijo escapará lo más rápido y lejos que pudiera, y el niño con mucho júbilo le preguntó:
- Y ahora, ¿qué soy mamá?
La mujer con desesperación hizo una especie de grito que se ahogó en un gorgojo, y el niño la imitó, y tras ver que el rostro de su madre se llenaba de lágrimas, recordó el día que tuvo que estar cerca de madia hora lavándole la cara para quitarle el maquillaje de payaso.
El hombre volvió todo ensangrentado con una pistola en la mano, gritando y pateando las todas cosas con las que se tropezaba en el piso, que para ese momento ya eran muchas. Pero no disparó directamente, sino que le golpeó el rostro, el cual también empezó a sangrar. Tomó una botella y se la reventó en la misma parte donde le había golpeado antes, y entonces el hombre no pudo hacer más tirarse al suelo y revolcarse. La mujer corrió a la cocina, y sin mucho discernimiento de lo que hacía, volvió con el cuchillo más grande que pudo pillar, y volvió dispuesto a apuñalar al hombre. Éste se levantó al mismo tiempo que la mujer lanzó el cuchillazo que por considencia fue a caer justo en su corazón, pero no sin antes alcanzar él disparar justo en su cabeza. Ambos cayeron muertos y eso fue todo.
El niño saltó y rió alegre y aun con la idea del payaso en la cabeza, fue a buscar su disfraz para ponérselo.
No le costó mucho encontrar el traje, sencillamente trajinó el armario de su madre, observó y dedujo donde podría estar, y allí mismo lo encontró. Tampoco le costó trabajo ponérselo, a pesar de que era muy distinto a la ropa que usaba todos los días, pudo recordar cómo estaba puesto el día que despertó con él.
Luego de ello se dirigió a la sala donde yacían ya inertes los cuerpos de sus padres, y antes de saltar sobre ellos, vio en sus manos el cuchillo y la pistola que cada uno de ellos tenía respectivamente. Los tomó en sus manos, uno en cada una de ellas, y luego se tiró al suelo sobre el abundante charco de sangre, que aun estaba caliente, y se dedicó a revolcarse en él. Después de haber quedado completamente manchado de sangre por todas partes, junto los cuerpos de sus padres uno sobre el otro, ya que estaban con una relativa distancia, y para finalizar se lanzó él mismo sobre ambos. Como el cuadro del doble homicidio le pareció de una belleza teatral perfecta ( y ya había visto bastantes musicales y operas ), pensó en buscar la posición igualmente perfecta, para concluir aquella performa. Como su papel sencillamente representaba su inocencia, su participación al llegar vestido de payaso habría sido de la misma perfección, por lo que no tendría que repetirlo, pero sí se pasó largas horas acomodándose, moviendo primero un brazo, luego el otro, y así después con las piernas para finalizar con el tronco. La cabeza sencillamente había quedado colgando. Sólo cuando sintió que ya había logrado la postura perfecta, se durmió.
Todo esto no afectó para nada su mentalidad, ya había visto antes cosas que no eran alegres, pero a él así le parecían. No conocía, no entendía de nada que fuera ajeno a la alegría, no conocía de hecho el concepto de las emociones, y cuando veía gente llorar, o algo por el estilo, se alegraba mucho.
Sin embargo estaba consciente de que jamás volvería a ver a sus padres, y en su infinita inocencia, pensó que si en el futuro habrían problemas, se solucionarían.
|