Descubrieron por fin al asesino serial que tenía en jaque a la policía capitalina.
Un individuo de unos treinta y cinco años, al parecer médico, de rasgos caucásicos, resultó ser el temido “rompecabezas”, llamado así por mutilar los cráneos de sus víctimas.
Dos policías de barrio que la noche de ayer hacían su rondín, vieron al hombre que vestía bata blanca, salir presurosamente de una ruinosa vecindad, mientras envolvía algo en un lienzo también de color blanco. Saludó a los uniformados y cruzándose con ellos, continuó su camino. En ese momento, los oficiales de nombre: Pablo Basurto y José Luis Espronceda, escucharon unos gritos provenientes de la vecindad de donde acababa de salir el galeno, al ver que el médico iniciaba la carrera, uno de ellos, Basurto salió instintivamente detrás de él, mientras Espronceda corría a ver el origen de los gritos, a lo que siguió la confirmación de las sospechas de Basurto, por parte de su pareja Espronceda, quien por el radio intercomunicador le apuró a seguir al sospechoso de lo que parecía ser otro asesinato del “rompecabezas”.
La persecución que duró más de cuarenta minutos, culminó en un departamento del séptimo piso del edificio Nuevo León, en Tlaltelolco. Con la policía pisándole los talones, quien dijo llamarse John Acosta, llegó a encerrarse a piedra y lodo en su domicilio particular. Espronceda se apostó en las escaleras, y jadeante, logró pedir refuerzos. Hasta ahí llegaron esta madrugada los grupos especiales policíacos y una horda de reporteros que recibieron también a esa hora la primicia.
Después vino la negociación. Mientras equipos de elite planeaban la entrada por la ventana descolgándose desde el techo, el General Dionisio Valladares, comenzó a tratar de hablar a grito pelado con el “rompecabezas”, pero solo se obtenían gritos ininteligibles y apagados como respuesta , así que el general comenzó a pasar notitas por debajo de la puerta al delincuente, con el fin de lograr que éste se entregara, pero al parecer, no iba a rendirse tan fácilmente.
La confesión que a continuación transcribiré, la logró este reportero del mismo modo que el General Valladares intentó la rendición del asesino, es decir, por medio de notitas.

¿ Por qué asesinaba a sus víctimas?

Es mi misión en la tierra.

¿Es decir, que usted pertenece a otro planeta?

No sea pendejo, todos tenemos una misión en la tierra.

¿En que consiste esa misión y por mandato de quien la tiene?

No se quién me la ha mandado, pero ya es hora de poner orden en este planeta, y darle su verdadero sentido a las cosas, es parte del orden al que debemos llegar.

No entiendo¿ podría ser más explícito?

Llamarle a las cosas lo que son, ¿cree usted que los nombres de nuestras partes del cuerpo son simplemente una casualidad? ¿cree usted que un hueso que se llama temporal deba permanecer en su sitio permanentemente?

Sigo sin entender, disculpe mi ignorancia, pero ¿qué tiene que ver eso con los asesinatos?

La muerte solamente es una consecuencia por desarticular el hueso que contiene al oído interno en su porción petrosa. Solamente trato de reivindicar ese nombre de temporal dado por los primeros estudiosos de la anatomía humana.


Mientras escribía mi siguiente pregunta, se escuchó adentro un enorme estruendo, vidrios, disparos, gritos, y después el sonido de la chapa que abría un militar de elite vestido de negro.
-Se nos fue mi general.
-¿Cómo que se les fue, qué pasó?
-Se suicidó, jefe. Cuando nos vio entrar se puso la pistola en la sien y se disparó.

Según las primeras impresiones del forense, el disparo provocó dos orificios, el de entrada penetró en el cerebro perforando la porción escamosa del hueso temporal, y en un alarde de precisión geométrica, el orificio de salida se encontró en su similar del otro lado, es decir, en la porción escamosa del temporal izquierdo.