Aunque es más bien una narración extraña que , al igual que el escrito anterior, redacté antes de cumplir ocho años ;)

De antemano gracias a los que se tienen el detalle de obsequiarme su tiempo y visitar mi espacio.


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La oscuridad aparece de golpe tras azahar el switch de mi lámpara de techo. Como cada noche, tras beber mi copa de brandy me recuesto en mi cama individual que una vez fue litera y ahora es un vejestorio que rechina con el menor movimiento de mi cuerpo o de mi almohada con funda rahida que es tan dura que mi cabeza rebota y prefiero acomodarla sobre mi brazo. Me arrincono junto a la pared – ahí hay menos resortes que calen- y lloro mi soledad maldita que se niega a abandonarme, aún cuando llegan los fantasmas de mis recuerdos. Tengo mi favorito, claro, una figura esbelta que llega primero y se va al ultimo , de mirada profunda. Parece querer hablar pero nunca dice nada, y a veces mueve la cabeza, como queriendo sacudirse los pensamientos. Nunca separa los labios. Si pudiera contarle que fue un día pesado, aun mas que el viernes en que todos se quieren ir temprano para alargar el fin de semana. AHORA, cuando llegue a la escuela los niños estaban muy inquietos porque uno llevo un yoyo y todos lo querían usar. Nadie ponía atención asi que se los tuve que quitar y guardarlo en el cajón, junto a revistas de sopas de letras y tarjetas del hombre araña. Esta acción trajo consigo llanto del dueño y suspiros de desilusión de aquellos a quienes no les alcanzo el turno de jugar y por si fuera poco el aire lavado se quemo y no lo han arreglado. Así que estoy exhausta , dando vueltas en la cama esperando a que me llegue el sueño ya que no puedo contarle. La copa de brandy ya no es suficiente. Quisiera que los días no fueran tan largos o las noches tan cortas, asi podría pasar mas tiempo con él, en el instante que vuelve y vuelve, justo antes de que se despidiera, y no dice nada, no reprocha, no agradece, solo esta ahí y me mira, como me mira ahora y me hace sentir una felicidad un tanto parcial pero la mas grande que tengo al pensar que tal vez un día él sonría mientras mis ojos se cierran, cansados de ver la mancha gris que hay bajo mi techo, sobre mi cama, que nunca me ha servido para soñar.