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Debía despedirse. Sus pasos se perdían solitarios por la sala, mientras ella seguía recostada en el sillón. Ante los muros, la vida se albergaba en instantes rutinarios destrozados bajo el tiempo, como una eterna letanía de miradas y sabores. Ahora se iría para siempre cruzando esa barrera de penumbras. Ya no tenía más opciones.
Fue cuando aquella brisa tibia se interpuso entre ambos traspasando el umbral de los sentidos, para perderse en otras dimensiones...
Ana Cecilia. ©
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Texto agregado el 12-02-2004, y leído por 353
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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13-02-2004 |
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Por Dios, reeditarlo juntos!. Es precioso, sinceramente precioso!. Me reservo las estrellas para luego maravillas |
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13-02-2004 |
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Anna, q bueno¡¡¡
estrellas para ti, un besazo monilili |
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12-02-2004 |
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lindo el poema mijita pero yo le hago una pura pregunta. ¿de qien son lo s derechos de esta poesia. Suyos o del tal gui? Estan bonitas las dos partes adios |
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12-02-2004 |
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Y yo pregunto ¿Para quien la estrellas? Besos y abrazos. FranLend |
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12-02-2004 |
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! Ole ! A los dos. margarita-zamudio |
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12-02-2004 |
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Dios, sigue entonces porque es bellísimo, mis besos a ti AnaCecilia |
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12-02-2004 |
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Ella lo miró y le pareció verlo por primera vez, él, a su vez sintió su ser traspasado por una mano invisible que le recomponía los latidos. La magia inundó la habitación, una música percutida más por los sentidos que por un instrumento, les invitó a mecerse, acariciarse y juntar sus labios en una dulce cópula de promesas y desafíos. La brisa tibia que comenzaba a hacerse candente, les invitó a abandonar lo efimero para sumergirse en las profundidades de lo eterno... Perdona Anita, me inspiraste esta otra cosa, perdona... gui |
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