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Pasaron ya muchos años…, comenzaba mi vida laboral con unos muy jóvenes 18 años.
Quiso el destino que trabajara durante el primer año en aquella muy vieja empresa industrial, acompañado de cuatro veteranos de tendencia anarquista, los mejores compañeros, que pueda recordar.
A diferencia de lo que puede opinar aquel que no conoce el mundo sindical, estos cuatro anarcos, se destacaban por su excelente mano de obra, rendimiento, y extrema prolijidad en el cuidado de sus herramientas, que con orgullo comentaban que se las habían dado hace más de treinta años y nunca habían perdido ni extropiado ninguna.
De estos veteranos aprendí muchísimo, pero una cosa que me marcó, y es una lección que recordare mientras viva, se dio una mañana en la que me envalentoné con nuestro capataz y le protesté porque me habían descontado unas horas por algunas llegadas tarde que tenía ese mes. El “Tano Juan Schetinni” me miraba por arriba de los lentes desde su mesa de trabajo, mientras yo hacía muchos ademanes en la oficina del capataz, con el doble propósito, de que mis compañeros lo vieran y de impresionar al capataz que con mucha carpeta y años, cuando termine mi prepoteada sólo me dijo: “Vaya a trabajar botija, no sea pavo…”
Me sentí mal en ese momento porque no supe como seguirla, pero peor me hizo sentir el Tano al mediodía, cuando me abrió los ojos diciéndome que para ser creíble y respetado uno debe ser primero intachable en su desempeño y conducta, y que la autoridad y el derecho sólo te lo da tu actuación en la vida, ni las leyes, ni los decretos ni la constitución, ¡y me lo decía un anarco que en varias oportunidades había ocupado la empresa a fuerza de trompadas y garrotazos contra los carneros, y se había enfrentado mil veces con los dueños! Y sin embargo como exprese antes era uno de los obreros más respetados, muy lejos de algunos sindicalistas de hoy, muy cerca de otros que también lo son.
El Tano al año se jubiló, no acepto el reloj que le regalaron, se lo dejó en el escritorio al presidente del directorio, manifestándole que a cambio de sus 43 años de trabajo le habían pagado el sueldo todos los meses, que él no aceptaba regalos de su patrón.

Texto agregado el 12-01-2007, y leído por 412 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-05-2008 Si habré conocido anarquistas de aquellos, hubo uno en mi familia también. Bárbaro el relato. ***** walker
15-02-2007 Entonces me volveré anarquista para proteger los derechos y la dignidad del trabajador proletario asalariado a través de mi estilo de vida. Y de puro rebelde no aceptaré la pensión. tapicu
 
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