Esa noche no dejo de rumear el recuerdo.
Se recosto y encendio un cigarrillo. Reconocio las lagrimas que precipitan en la tormenta de la mentira. Estaba solo y, al parecer, nunca dejo de estarlo.
No hubo premoniciones durante el sueño, ni profecias del angel ni consideracion alguna de un creador posible.
Era el, esa noche, y su circunstancia. Y fue tan ingenuo que creyo que todo iba a salir bien. El que no cree no es defraudado nunca. Nada mas que terminar su cigarrillo y contemplar la luz aburrida del bombillo incandesente en su cuarto.
Nada como aquella luz que supuso ver
porque tuvo alas
y lejos del sintetico volar del hombre,
volo,
dejando atras el pecado humano se ser material, junto a ella...
Y lejos de oir la adevertencia que de forma extraña se le dijo, se lanzo impasible al laberinto enorme de sentir, y sintio, que es en concepto vivir. Vivio entonces y sonrio al traer de nuevo a la superficie cada palabra, cada gesto.
Entre tanto pensar, recordo el beso que le dejo marcado, el que para si era el mejor, como si hubiera sido prescindible, pero no lo era. La estaba recordando sin desearlo, aunque en realidad era eso lo que le mantenia vivo, su ecuerdo. Desprotegido, no la tenia mas en sus brazos y precipito al fin la tormenta, la mentira fue lagrima.
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